Son seis enormes pilares de hormigón, fijados en los fondos
reservados al coral rojo, los que sustentan el sueño hecho realidad del sátrapa
que se hizo, a su imagen, a su medida, a su capricho, nada menos que un provocador icono de su
poder al que llamó Sealand. Cansado de su inútil megalomania, su dueño le ha
puesto en venta.
Setaland, esta adjudicado por cincuenta años. El tiempo, marcado por Cronos de toda la vida, en aquel
reducto no tiene relojes que lo mida, dado que no tiene horario laboral comercial,
ni autobuses que esperar, solo el coche oficial del nuevo Midas recorre su
superficie peatonal.
Tampoco existe constancia de que disponga de templos
religiosos, donde el repique de campanas, o la llamada a la oración, darían
cuenta a los fieles del tiempo en que se vive, tiempo de noches y días de luces
y sombras. Así se evita, en la aconfesionalidad del denario, que aparezca el
Tomas de turnoa meter el dedo..
Ahora en saldo, parece que trata de eliminar los números
rojos de una cuenta de resultados detenida en el tiempo de los dispendios.
El tiempo de la Encarnación lo detuvo Longino, aunque
existan otras versiones, entre la conjetura del “hastae” de la lanza, hasta el
“ius hastae”.Pero hace tanto tiempo que, aun pareciendo cercano, en lugar de la
cuenta atrás, para ir hacia delante, parece que con tanto adelanto se vuelve
atrás.
Por Sierpes, las esferas de los Longines al unísono,
incansables, corroboraban el transito y eran terstigos de los contratos
verbales de los tratantes. Documento indubitado. Palabra de Honor. Nada de
cuentos.
Por el momento, en las brumas de las madrugadas, los
descomunales estípites son fantasmas de un tiempo sin horas en la micologica
tierra de Setaland, donde los cilíndricos gnomones solo pueden marcarlas cuando
el Sol alarga su sombra hasta los abandonados mingitorios municipales para
indicarnos que son las tres.
Francisco Rodríguez
Estévez
Sevilla 16 de Enero de 2007
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