La petición debió de caer en manos del mago de las perlas,
si no, no se explica. No ha sido cuestión de suertes, eso pasa por no
especificar bien al destinatario.
Hace ya tantos años que casi nadie recuerda lo que se
escribió cuando lo de la Encarnación, pero en aquel momento debieron de
avisarles con el método al uso, la epístola, al objeto de que se pudiera poner
en marcha, a toda leche, con la logística necesaria para que la caravana
pudiera llegar justo a tiempo, y encontrar en la vía láctea la estrella
orientadora, estrella de la ilusión, para poder entregar, nada mas llegar, los envíos
preparados.
Los hechos nos dicen que el correcto proceder fue de
precisión suiza, algo que no pudo llevar a cabo el de las perlas, con su
exasperante lentitud, a poco pudo llegar cuando todo había acabado, por mor de
una demora de contratiempos, una parsimoniosa burocracia y papeleo en su
camino, que le retrasarían al punto de que por minutos se hubiera fastidiado
todo el invento, por mas que estuviera escrito.
Ahora que las cartas han sido sustituidas por el correo
electrónico, y todo debería ser más rápido, tiene el inconveniente de que el de
las perlas, todavía en camino, no sabe de tecnología y trae sus pasos contados,
por lo que llegará, Dios mediante, como siempre, para el tiempo previsto, justo
a los doce mil ciento ocho días, de cuando le avisaron del invento de la
encarnación.
Pero todo esto no deja de ser un invento, un cuento. Así
está narrada una historia que pudo cambiarlo todo, de no haber sido por aquel
mago que además de haber dilapidado el tiempo, al elegir la más larga de las
rutas posibles, decidió apurar una bolsa, a la que alegremente le dio un
destino distinto al programado de salida, aunque fuera en causas justas,
durante la bamboleante cabalgadura en la joroba su camello. Pero esta sinopsis
no deja de ser un invento, un cuento,
pero con posibilidades.
La Encarnación aun espera la llegada del arsácida de las
perlas, aunque para perlas, como para hacerle un collar a una jirafa sean las
declaraciones realizadas al respecto por la clase política y ad lateres, y que
guardo como joyas.
Sevilla a 9 de Enero de 2006
Francisco Rodríguez Estévez
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