Comenzó el tercer año del
III milenio, el de los treinta años, ahí es nada, también será año
electoral. ¿Qué prometerán a la
Encarnación?
Nadie puede creer ya nada después de lo visto. Después de lo
oído, de lo poco que han dicho, de lo menos que han hecho en demasiado tiempo
para todo. Han sido muchas manos, tal vez demasiadas, para tan mal amasado, en
especial el de la última hornada, donde no cabían más manos ni en la masa, ni en
este horno que ya no está para bollos. ¿Qué nuevo ardid le estarán preparando?
¡¡¡Treinta años!!!
El circo que se monta en la Navidad, con el más difícil
todavía, volvió a dejar a los comerciantes aletargados, sumidos en soledad que produce el dispositivo de tráfico, algo tan absurdo que deja de manifiesto
su inviabilidad, por más que se mantenga con el silencio de los vendedores, ya que
hace a los compradores pensar en optar por
abandonar el centro.
La hipnótica
estrategia los duerme, como a los placeros que, sin voluntad, continúan
blandiendo las grímpolas de las fantasías municipales de la modernidad y la
vanguardia, que alejan hasta Osario a los clientes. ¡Que lejos!
Amores, buscará a oscuras, bajo la capa de asfalto, el
pasado. En ese camino a ninguna parte, que parte a la calle Imagen con una
rampa de entrada, sin salida, al laberinto de la confusión donde el minotauro,
en esta ocasión es la dualidad la que lo guarda, aunque sus dos partes sean
fantasmonas isabeles. Siempre llegaran otras, cuando pase el tiempo.
Sevilla a 1 de Enero de 2003
Francisco Rodríguez Estévez
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