Por el enorme agujero que la Encarnación tiene en el corazón
se le está escapando la vida, y Cronos impasible no detiene el curso de su
existencia. Treinta calendarios se ha tragado el boquete que quedó del desaparecido
mercado municipal, del que solo quedaba su mitad, de aquel original, que ya sufrió
mutilación.
Ilusiones y trabajo
de años se han desvanecido esperando ese Emblemático que nunca llega. No le
cambió solo la fisonomía a este espacio del que las chapas que lo guardan es el
síntoma de su gravedad. Al menos la falta de su bulliciosa plaza de abastos, se ha convertido por suerte en valioso
yacimiento, vestigios de un tiempo pasado que impidió que la convirtieran,
después de todo lo pasado, en una galería comercial subterránea, pues en el
transcurso del tiempo también cambiaron los edificios circundantes y con ellos
la alegría comercial que albergaba.
Mientras tanto los pacientes placeros con sus inexplicables
silencios aguardan en la provisionalidad más vergonzante, y en el exterior, el grito no se escucha cuando se
siguen cerrando las pequeñas tiendas de toda la vida, y todo se está llenando
de un increíble silencio en el peor de los vacíos, la soledad.
A Sosa comestibles y Lorenzo, al Grano de Anís y La
Providencia ultamarinos, se le unió Carmen Navarro, la barbería de Patricio y
la zapatería de Domingo y Emilio Romero.
Casi de puntillas se
va La Castellana y Fusión y ahora le tocó el turno a Juan Lobo. Los Lobitos,
selecta mercería, que modificó hace años su estrategia comercial para
especializarse en ropa infantil. Especializarse o morir. No le sirvió de nada,
el cráter devoró sus ilusiones y su famoso sueño del eje comercial de Macarena
a la Giralda, utopía de soñador pretérito que se esfuma en los recuerdos de una
jubilación anticipada, forzada por los acontecimientos.
Francisco Rodríguez Estévez
-Sevilla 27 de Febrero 04
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