viernes, 31 de octubre de 2014

Los lobitos

Por el enorme agujero que la Encarnación tiene en el corazón se le está escapando la vida, y Cronos impasible no detiene el curso de su existencia. Treinta calendarios se ha tragado el boquete que quedó del desaparecido mercado municipal, del que solo quedaba su mitad, de aquel original, que ya sufrió mutilación.
 Ilusiones y trabajo de años se han desvanecido esperando ese Emblemático que nunca llega. No le cambió solo la fisonomía a este espacio del que las chapas que lo guardan es el síntoma de su gravedad. Al menos la falta de su bulliciosa plaza de abastos,  se ha convertido por suerte en valioso yacimiento, vestigios de un tiempo pasado que impidió que la convirtieran, después de todo lo pasado, en una galería comercial subterránea, pues en el transcurso del tiempo también cambiaron los edificios circundantes y con ellos la alegría comercial  que albergaba.
Mientras tanto los pacientes placeros con sus inexplicables silencios aguardan en la provisionalidad más vergonzante, y en  el exterior, el grito no se escucha cuando se siguen cerrando las pequeñas tiendas de toda la vida, y todo se está llenando de un increíble silencio en el peor de los vacíos, la soledad.
A Sosa comestibles y Lorenzo, al Grano de Anís y La Providencia ultamarinos, se le unió Carmen Navarro, la barbería de Patricio y la zapatería de Domingo y Emilio Romero.
 Casi de puntillas se va La Castellana y Fusión y ahora le tocó el turno a Juan Lobo. Los Lobitos, selecta mercería, que modificó hace años su estrategia comercial para especializarse en ropa infantil. Especializarse o morir. No le sirvió de nada, el cráter devoró sus ilusiones y su famoso sueño del eje comercial de Macarena a la Giralda, utopía de soñador pretérito que se esfuma en los recuerdos de una jubilación anticipada, forzada por los acontecimientos.
Los mismos que alcanzaron a Jomaga, Lucas, Luis Alonso, Rosarito, Orozco, Isan,  Rafael el calentero, Marroco, Fernando el confitero, Montaño, Joselito, Garrido, Mauri, y muchas tiendas más devoradas en el recuerdo. Ha sido demasiado tiempo esperando sin saber qué. Por el enorme agujero de la Encarnación se están escapando demasiadas vidas que aguantaron mucho más que lo que jamás se pudieron pensar, y que el enorme vacío, sangrante herida, se los ha ido tragando.

Francisco Rodríguez Estévez

-Sevilla 27 de Febrero 04

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