En el ala de terminales, todos esperan el milagro. En la
visita inesperada, se le acerca estado ya desahuciada a quien cree puede cuando
menos a llevarla a un buen final.
Doctor, sé que esto se está acabando, pero, si es verdad, no
me lo diga, ya que hoy me encuentro
mejor, y hasta mi vecina que ha venido a visitarme, dice que me voy a recuperar
pronto, que tengo que estar fuerte. A lo que aquel le respondió, me parece
estupendo.
De poco sirve toda la información que los medios han
difundido durante años, si son los propios interesados los primeros en desoírlas,
pues como si no le interesara, ya que más que la verdad, solo escuchan lo que
desean. Estupendo.
Poco les importa esa cosa que le construyen, aunque la llamen
sueño, emblemático, y otras zarandajas, puesto que pocos saben las
consecuencias, ni en donde les van a meter, si acaso, la mitad de estos pocos, puede ser que intuyan
algo, pero casi ninguno se detiene en reflexionar que les acarreará su laso
comportamiento.
Los que podrían hacerlo, inexplicablemente no lo hacen, y el
resto prefiere, como la enferma del relato, aferrarse en la mentira antes que emplear
todas sus fuerzas para gastarlas en la última batalla que queda, si bien hace
tiempo que está perdida.
La buena señora, que inició una novena a la milagrosa santa,
para que por su intersección la quebrantada salud que perdió su vecina recupere
la vitalidad, invita a esta para que también participe, pidiéndole que se sume a
la rogativa iniciada, dada la extrema
gravedad del caso.
¿Qué dirán que le
contestó esta enferma ya en calamitoso
estado, cuando la piadosa señora la puso al tanto de su situación? Pues nada
menos, que ella puede hacer lo que quiera, pero que el doctor le dicho que está
estupendamente.
Los vendedores solo creen lo que les interesa, de nada
sirven los esfuerzos para recuperarlos, prefieren confiar en las palabras que
quieren oír, aunque el final sea, el que nunca quieren ni imaginar.
Sevilla 13 de Junio de 2006
Francisco Rodríguez Estevez
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