Año nuevo
Año nuevo, vida nueva. Un tópico para aquellos insatisfechos
que desean cambiarla sin intención, optando por esta fecha, en lugar de otra,
como emblemático inicio, y referencia, de su gran mentira, pues tras la última
campanada todo seguirá igual que cuando sonó la primera, para en la primera
mañana volver a la rutina, a los mismos defectos, por más que se hagan propósitos
de enmienda.
Nada tiene de extraño cambiar de forma de vida en cualquier
momento, dado que la eterna, como la fortuna, puede aparecer sin previo aviso,
cosa que no ocurre con el devenir de la vida pública que solo se puede cambiar
cada determinado tiempo.
Llega el año nuevo para intentar que a su conclusión quede
sumado en nuestra vida, cambie o no cambie, año en el que continuaremos creyendo en las palabras, que le vamos a
hacer, como valor irrefutable, y en las
promesas que nos hacen cuando son dichas con buenas maneras, con talante, aun
sabiendo que se nos engaña como a chinos. (Aquí podríamos hacer algo)
Comienza este, año chino del gato, gato por liebre, con los
auspicios que le corresponden de ronroneo y zarpazo. Gato, como Emblematico,
como Peligro, y gato como emblematico, como antiquarium, como epatante, inequívoco
tres en uno en el metropol, metro centro, metropolis. Están pero no son.
Será pues, este año del gato, propicio para el mismo gato, por
donde feles campeará a conveniencia sin que nada se tenga previsto para evitar
que jugando con la madeja, bola de lana, bien, la enrede, peor, que realice un
estropicio irreparable rayando la caoba, de la cómoda. Emblematico gato. ¡Zape!
Es imposible que pueda ser este año siete el que quede
marcado por las “setas”, cual zorro de antifaz carnavalero, puesto que el
santero cubano lo que predijo, allá por el noventa y dos, cuando la Expo, que
el año de la Encarnación es el ocho, como la madeja municipe, que si la deja, como
lo deja, numero que interpretaba como de la esperanza, pero que también puede
significar cárcel. Como si la espera de treinta y cuatro años, no fuera suficiente
para salir de la trena, o como si toda la esperanza se acabara en los calabozos
provisionales, y luego empezara la condena, tras la Esperanza.
Pero aun falta que pase todo este del gato, gato por liebre,
de tranvía y metro, de comicios y urnas, de campaña y promesas, de
inauguraciones y primeras piedras, de fotos y titulares, devotos y agnósticos,
que marcará inequívocamente un Pentecostés de botos. Votos con botos.
Por el momento algo hay claro, mucho tendrán que acelerar
los trabajos para realizar los gigantescos cilindros que servirán de soporte a
la epatante cubierta, al objeto de que pueda cumplirse, (a mediados de Enero),
esa falencia que suele salir como si de la gatera lo hiciera la precipitación política,
por la que a algunos se les escapan sapos, y a otros, gatos, siempre gatos.
A Emblematico lo
aplastó el coche bajo el que se resguardaba, y Peligro, quedo atrapado bajo el
hormigón de una solera, donde se fosilizará en el ámbar gris de la cementera,
tal como en los tiempos de Al quedaban los “consiglieris” de las bandas rivales
a esta del capo que evadía sus impuestos, hasta que la malaya de entonces lo trincó
por trincar en el trincadis del intrincado tejemaneje y se pasó “ocho” años de
madeja en los alhaurines de Chicago, y todo por un gato contable.
Lo que son las cosas, dos liebres, siendo gatos, y los gatos
sueltos, como que ya no se puede creer en nada.
Sevilla a 1 de Enero de 2007
Francisco Rodríguez Estevez
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