domingo, 23 de octubre de 2022

San Andres

 




 
Dichoso mes

Nunca tuve el pensamiento de  llegar a imaginar cómo sería este tiempo de tener que dejar lo que me llevó toda la vida. Dichoso mes. Durante sesenta y seis años, juventud, madurez y senectud, repartidos en los tres  espacios que condicionaron esta “encarnación” de mis canas antes de mis carnes, día a día que pasaron volando, hasta llegar al fanal acristalado que abandono sin tener la certeza de que alcanzar el jubilo sea lo correcto.

Diecisiete años en el vetusto y mutilado mercado, decrepito y en parte abandonado a su suerte, con algunas cuarteladas hundidas y acelerado en prisas por  la huida de un afán de salida hacia una ignota modernidad en la división de los intereses particulares de los placeros, que gustaban llamarse industriales siendo mayoritariamente subarrendatarios, y en el creciente deterioro no solo estructural ya no cabía tener interés en la recuperación de la histórica edificación, mayormente por la debilidad económica de gran numero de los vendedores, lo que hacía inviable  su conservación, y aun siendo añorado, precipitadamente acabó convertido en solar. Por un tiempo, cuando pasaban los años en la lasitud colectiva, pensé que su conservación hubiera sido lo mejor, pero la expropiación forzosa ya había beneficiado a la mayoría.

La política de los sesenta creaba la euforia nacional del cooperativismo, y demoler aquello era una fiebre desatada para alcanzar el nuevo tiempo. Ni propietarios, ni arrendatarios, las provisionalidades traería en la comunidad de comerciantes cooperativistas una identidad igualitaria. Serian titulares de sus licencias de venta.

En la provisionalidad de las provisionalidades, de reducidos espacios y cierres de alambres, comienza la diáspora de un retorno de sueño. Treinta y siete años en stand by,  tiempo lento esperando bajo las chapas de asbestos la construcción de una instalación definitiva gestionada de forma directa. Un sueño imposible que por siete alcaldes quedó durante siete lustros causando demasiadas bajas en unos placeros casi sin ilusiones.

Por treinta y cinco años con la imagen de un deplorable solar, hasta que el capricho de las setas, acaso la más caprichosa idea pergeñada para otros fines que no era la plaza municipal de abastos amable diáfana y luminosa, pues esta quedo convertida en laberinto de diseño anticomercial obviando los deseos de los vendedores. Tantos años esperando para temer que fuera un fanal caprichoso, un lugar que acogiera al minoritario número de supervivientes que resistieron bajo chapas, donde enfrentar el incierto futuro de costos y modernidad, de donde no solo la edad me hace desistir.

En el laberinto por once años, un deplorable diseño vino a crear desigualdades y otras tantas desilusiones con lo fácil que hubiera sido optimizar esta plaza municipal de abastos de callejones sin salidas, no tuve ninguna duda de que la suerte me llevaría al lugar donde una puerta se hacía imprescindible. Ahora la salida aparece de forma no esperada, como una puerta deseada que se abre  a nuevas ilusiones. Bendito mes.

Sevilla a 23 de Octubre de 2022

Francisco Rodríguez Estévez