Como en un cuarto oscuro, palpando a ciegas para no velar el
rollo, se dilatan las pupilas intuyendo donde se encuentran las cajas de los
reveladores.
Recibo un articulo publicado en Diciembre de 2004, nada
menos que en un diario catalán, acerca de lo de la Encarnación. De tanto
releerlo voy a acabar por ver lo que no hay.
La soflama es un
panegírico posiblemente de pago, a la
teutónica idea de plantarle, en lugar de cara, unas epatantes setas a la
Encarnación. Cuestión esta, punto de vista aparte, que hace pensar que algo puede
intuirse aunque no se vea.
Tal vez sea algo tan simple como la siembra de sus esporas,
pues basta saber que las setas cultivadas necesitan para germinar un terreno
muy húmedo, e incluso aireado, antes de la plantación, por lo que resulta
conveniente darle al sustrato buenos mangazos, si bien, para su óptimo crecimiento
es importantísimo mantener la oscuridad.
Aunque pareciera una descripción críptica de la visión del
solar, el humedal no es en esta ocasión los verdosos charcones que embalsaron
la escasa lluvia otoñal, por esta vez, la cosa viene del riego.
Así puede ser que termine viendo a oscuras las bondades que
el articulo describe, pero que no existen, si bien queda bonito sobre el papel,
otra cosa es que lo crea.
Sevilla a 8 de Diciembre de 2006
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