Ni el cartel de toros, raro de
encargo, ni la cubierta de la Davis , caso raro. No hay comparación,
me decanto decididamente por este misterio, dos en uno que nos venden desde
Nueva York, de America, por no confundirla con el fantasmagórico muelle de Sevilla.
Es fácil, con las nuevas técnicas,
estar enterados de primera mano de lo que sucede en la otra orilla del mar que
se tragó a los atlantes, pues basta tener un conocido que te tenga informado
para saber, antes de que salgan en algunos papeles, especialmente
propagandísticos, lo que pueda interesar
a esta callada ciudad sobre las
actividades programadas en el museo de
arte moderno neoyorquino.
Pues con tantos millones de visitantes, esta es ciudad que tiene de todo, y todo en grado superlativo, presumo que no lo es como para dedicarles su tiempo de estancia en llegar a deleitarse con una maqueta que le dicen los champiñones de Sevilla, como el barbero, y en un interés superior al ibérico servido, pues según mi informador, los pocos que se detenían ante la muestra de la maqueta, y dos paneles de recreación virtual, camino del buffet libre, mostraban una sospechosa sonrisa, si bien no explica mi informador, si esta era de guasa, o del aroma de pernil que les venia desde donde se estaba ofreciendo tal exquisitez, ni le consta para nada, si los aplausos fueron para el autor del metropol, con inicio de palmeros pagados para arrancar al personal con las manos ocupadas, o en tal vez fuera para las aceitunas rellenas de anchoas.
Que no decaiga, el camarero gay
del museo neoyorquino, que es de la puerta Carmona, a la vez de ofrecer el
pesco frito tararea el “no te vayas
todavía”, que estamos en feria. Y es que no hay nada mejor para los aplausos
que sacar el sol de Andalucía fresquito, diciéndole sunshade.
Que gusta estas cosas. Todo un
triunfo, el del agápe.
Francisco Rodríguez Estévez
23 de Abril de 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario