Este año, junto al carnaval que llega, aparece, con una
demora consentida, esta Encarnación que permanece en corito, tal cual,
desgarrada, como puede verse, pues no hace falta recordar que mediados de
febrero ya es pasado, y de las urgencias dichas en aquella fecha de anuncios y
proclamas, recordar que para esta fecha de chusma la autoridad con
responsabilidad nos dijeron que se debería
de tener culminada esa imagen micologica, encarna…..val de permanente disfraz,
con toda su paranoia de revelación del doctor, por esa visión que produce
tragar tanto psilocybin del monte, con
los peligros que conlleva la ingestión de su toma.
Pero de sopetón se pasa a esta de mística guardada, de almacén,
de silos, reposada y sin pausa, de lenta e implacable actuación en el trance, (como
lo hacen los alcaloides tras la euforia), como temiendo que aquello reste
entusiasmo, adicción y votos, (cosa que no sería de extrañar) con tanto sopor,
tanta milonga y tanto sueño, al contemplar los efectos negativos que pueden surgir a consecuencia de esta
plantación en los adictos.
Mal que pese, de nuevo encarna…val para esta céntrica plaza, a la que el disfraz
no le llegará a tiempo de actuación para pisar las tablas de revestimiento ecológico
de tanto teatro, pues una cosa es aprenderse la letra, para meterla en el
compás, y otra meterse en el tipo, cuando el tipo se las trae dando el cante.
Una guerra contra el reloj con cortina de humo. Guerra al
humo de los coches, al del tabaco. Fumadores y conductores del mundo, ¡Uníos! Al
menos siempre nos quedarán las infumables setas.
A falta de metro, como el sastre que no lo encuentra en su
cajón, el ojo determina el tallaje, y si el del amo engorda el caballo, en este
caso la opción será grande, ande, o no, a ser posible XXL, en su costo, cueste
lo que cueste.
Pero esta ciudad, más que de papelillos es de papelones, mas
de cara que de caretas, mas de tambores que de pitos, aunque guste tanto el
antifaz que esconde el rostro dejando ver tanta cruz, pues como que se la está
preparando en este tiempo de quinario cuaresmal, para sufrir el eterno carnaval
de las setas, y todos, compungidos por el dramático final de la Encarnación,
nos reiremos de la pamplina.
Francisco Rodríguez Estevez
Sevilla a 12 de Febrero de 2007
(El día que tembló la ciudad)
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