lunes, 6 de octubre de 2014

Visita guiada

Con la Andueza, paso que fue para la vida, y entrada para la muerte, desaparecida hoy por la martirología del versallesco jardín que mezcla el fino mármol y la piedra en su anacrónico pavimento, para que su paseo punzante, se nos clave en la planta de los pies esos pedruscos compactados, que parecen sacados de entre las traviesas de las vías del tren que cercaron la ciudad en la primera modernización, pero que en realidad salieron por un pico, pasta gansa, cuando estos podían haberse reciclados, incluso con mejores resultados, y con la gran explanada reivindicativa de protestas vecinales, y sindicales, protegida de los vandálicos actos, de pancarta y megáfono, con una verja de seguridad ,y vigilantes privados, en la soledad por festiva, de la calurosa tarde otoñal, llegué a tiempo a la fachada, no sin antes, pasar otro control, oficial y de gala, por los ribetes que lucían los entorchados dorados de las puñetas de los bedeles de lujo.
Justo, cuando el profesor comenzaba su introducción de cómo era la ciudad cuando se inició la construcción de este emblemático edificio, al objeto de situarnos cronológicamente, y para llegar a entender la generosidad de tan esplendida donación, y lo que supuso en su momento disponer del mayor hospital del mundo, (y los cinco siglos siguientes), en un tiempo en el que dominaba una gran pobreza, y la sanidad era un bien escaso, ya que solo algunos gremios disponían, mas para el bien morir, que para la sanación.
Un sanatorio donde las listas de esperas, para intervenciones imposibles, tenían como única solución resolverlas traspasando el jade rojo que corona la caridad. Una ciudad que se convulsionaría con la entrada de riquezas que la gran migración trajo haciendo las Americas, pero que aun tenía el desajuste social de que la riqueza estaba en las grandes familias, pocas, pero bien avenidas, en la Iglesia manejando el cotarro, y en una estructura gremial como germen de hermandades.
Gracias al profesor, D. Esteban Moreno, que es presidente de una asociación en defensa del patrimonio, con sus explicaciones desgranaba justo en la puerta del edificio los pormenores de este y las características espaciales de su fachada, desde sus medidas, su orientación, su costo, el concurso de ideas, el motivo de su construcción, el modelo que se siguió, los arquitectos, incluso el fallo óptico de su balconada, era una visita colmatada por la erudición de quien nos guiaba. Cuando nos encontrábamos en el patio del alcohol, a punto de finalizar el restringido recorrido, pensé en lo del concurso de ideas.
En 2506, conduzco mi silla volante, y con otros vuelos me hacen llegar antes. Jornadas del pretérito, en el circulo micologico, el ojo de Owell, explicara a los presentes la historia de este enclave del pasado.
Colocado el casco audiovisual, la metálica voz me indica, que la ciudad estaba dormida por el tiempo del sueño, el narcotizante, extraído de la misma rosa, quería donar a la ciudad con su recuerdo e hizo un concurso de ideas.
Era aquel un tiempo en el que la inmigración llegada de Sudamerica, del centro y norte de Africa, así como del  la Rumania, Albania, y este de Europa, sacaba divisas para alimentar a sus familias, y el dinero para caprichos venia de fondos Federer, como el tenista, y no volverere, por que se gastaban en eventos.
Así que se realizo un concurso, pero el jurado pensó que como no es todo cera lo que arde, optó por la gasolinera, que era un liquido que cotizaba en bolsa y que servia para que los coches crearan atascos, y que los pozos fueran cuestión de guerras, en lugar de aprovechar la venta del barril de brend en ganarle fertilidad a las desérticas tierras, y buscando tecnología  para no agotar los acuíferos.
Con todo ello desde la germánica vino el concurrente que tenía firma rara como de cine Metro y mayer, y para colocar la cimentación retiró los restos de una cultura antiquísima a la que llamaban romana, como los optopusis en píldoras…..
Así, viendo la cabeza de mármol de una fuente, sentí en mi hombro una mano que, dándome un golpecito de saludo, junto a una voz que me preguntaba ¿ le ha gustado la visita?  Con lo cual no me dio tiempo a oír con la imaginación lo que aquella maquina diría de lo de las setas. ¡Magnifico, D. Esteban!, pero por unos momentos he estado pensando que estaba en el siglo XXVI.
Francisco Rodríguez Estevez
Sevilla a 3 de Octubre de 2006


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