Cuando el general por la gracia
de Dios sabe que, se dio cuenta de que para llenar el baño de zinc semanal no
había bastante agua para todos los españolitos que venían al mundo, tuvo la
ocurrencia de embalsarla.
Se empeñó en
convertir la aridez en regadío, aunque algunos llegaran a decir que los mejores
melonares eran de secano, y que esta actitud era una fijación hidrológica para un plan con el fin de presumir con las capturas de ciprínidos.
El nodo, noticiero de
actualidad, daba fe de cada salto de agua inaugurado por lo cual, en la jerga, llamarle
“el rana”, era comúnmente utilizado, entre otras ocurrencias, para su
referencia.
No era un cualquiera,
ni eran los tiempos, pero por el picotazo
le hubieran llamado la avispa de por
vida. Su status, y que la abeja estaba ya cogido por el
incipiente holding, que te pego leche, lo impidieron.
No sin esfuerzo aprovechó toda la energía de los pantanos
para sacar la luz en esta ciudad de sombras, las oscuras callejas quedaron convertidas
en feria permanente de aquella aun segura Sevilla, que le pagó con el sobrenombre “del bombilla”, mas por ironía que con agradecimiento por su
alumbradora idea.
Dicho sea de paso, a miles de ciudadanos entre los que me
encuentro, le instalaron el dichoso farol delante de su ventana llenándole de
lumínicos rayos y truenos el dormitorio de ocho a ocho, eso sí, por as inseguras calles vacías, daría gusto de
poderlas pasear.
Tras la muda de la
sierpe, leyó lo de la cueva de Ali- Baba e inspirado en la gracia del general, tuvo la ocurrencia del mercado
persa, por la gracia de hacerla y le salió rana,
como el de los pantanos.
Los intereses del sueño, que aun se están pagando galacticamente, y que no afectan para
nada “al olimpiakos” aunque le eche
la culpa al balompié. Toda una experiencia religiosa.
Es hasta posible que
Melonares embalse algún día lo que cae para la afición a la ictiofagia, y los lances
de carbono, antes de que el emblematizado mercado en superficie llegue a
concretarse.
Es hasta posible que la tuneladora “Giralda”, topo desdetando por la bolsa de roca, acabe
siendo vendida por chatarra, después de la agotadora tarea, en lugar de ponerla
merecidamente en una rotonda de homenaje, antes de que el emblematizado mercado
pueda admirarse en postales.
El general permitió que tuviéramos algo de “roca”, y al que dieron pico de plata,
que miles de ciudadanos duerman a plena luz.
Al fundador, cuentas apartes, le salió todo
como el disco sorpresa, redondo. El
doctor, pacto, y progreso apartes, está convencido de su acierto en el
diagnostico.
El mercado está emblematizado,
quien lo emblematizará, el emblematizador que lo emblematice, buen
emblematizador será.
Sevilla a 26 de Noviembre de 2003
Francisco Rodríguez Estévez
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