jueves, 20 de febrero de 2014


Molina, el de Regina

 

De un tiempo a esta parte, trato de que esto de lo de la Encarnación de mis canas, antes de mis carmes, al menos, me divierta. Pues, no es cosa de que, perdida la idealizada plaza de abastos rodeada de naranjos y magnolio, y sin fe para esperar el milagro, no es cosa de poner en apuros al corazon, que bastante tiene con lo del tabaco.

A lo de la Encarnación, ¡ay, Alameda!, ni a Molina, el de Regina, le hubiera hecho ascos tal concepción. Basta releer lo publicado, que no ha sido poco, para caer en la cuenta de lo poco que le importa lo de la Encarnación a la callada mariana.

Menos, cuando ni los placeros, damnificados, dolientes, y dormidos, tal vez hipnotizados, fueron aceptando sin ver, tal como un dogma, lo que en cada momento se les ocurria en los siniestros despachos, pues lo mismo aplaudían sótanos, que vitoreaban setas.

Acaso el “silencio” se pueda tomar, siendo refente de la invicta, como el método de victoria, o al menos, para que con el tiempo, la “cosa”, en lugar de pena, pueda servir de risa.

Pero lo malo no será que aquello, cuando se acabe, no sea champiñón, ni parasol, ni sostenible, ni ecológico, ni emblematico, ni seta, ni ficus, ni catedral, ni mercado, ni estación de metro, ni vanguardia, ni terminal de autobuses, ni nudo de comunicaciones, ni sinergia del comercio, menos, puerta, puerto, plaza, mercado, estación y aeropuerto, ni nueva encarnadura, dura, dura, ni punto esencial de movilidad, ni parada de metro-centro, ni otras tantas cosas de las que se dicen, tan alegremente, y es que, lo peor, estará por llegar.

Pero no será por que las escalinatas, con partida de mantenimiento, se conviertan en gradotas para la movida porretera, que siempre se le pueden poner rejas, ni por que  la azotea se trasmute en botellodromo, ni por los vómitos y orines que se recogerán en los amaneceres de fin de semana, cosa que se solucionaría con unos urinarios públicos, ni por que a la cúpula espacial le desapareciera el “planetarium” con bombillas de bajo consumo, a falta de celulas fotovoltaicas, o que los parterres de trepadoras para el bioclima se suprimieran.

Lo peor llegará, de eso no existe duda, acaso sea para que durante muchos años, roto el silencio, aparezca la queja y el lamento, aunque no solo sea por lo que se ha hecho con lo de la Encarnación, ¡ay, Alameda!, si no por que a la calle de nueva creación, la que dicen comercial, para recuperar la memoria histórica de su pasado conventual, y,  desde el siniestro despacho, se empeñen en rotularla con el nombre de “Molina, el provincial de Regina”- Y es que a la mariana,¡le hacen cada cosa!.

Sevilla a 24 de Abril de 2009-
Francisco Rodríguez Estévez

 

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