lunes, 24 de febrero de 2014



El pie de rey

 A pesar de todo nunca viene mal la cautela, y como medida, en ocasiones hasta es bueno, según dependa, el silencio.
 No cabria esperar voces contraria en la muy difícil, cuando la callada mariana es fiel a su voto, pero.... decir algo que no dice nada, es algo que entra en lo paranormal, y viene a ser como cuando el candidato dijo hace cuatro años lo del mimo. Sin palabras.
A nadie se le escapa que la gestión publica lleva implícita una previsión de futuro, y esto naturalmente su estudio pormenorizado, efectuado a priori con el máximo rigor, ya que no puede asociarse consecuencias, y resultados, al azar, a las artes adivinatorias, a intuiciones, ni a palpitos, ni sensaciones positivas. Es lo publico.

Basta el ejemplo donde nuestras autoridades, representando a la sociedad, toma medidas para evitar finales evitables como consecuencia del tabaco, del alcohol, y el sexo promiscuo, donde resulta obvio el futuro desenlace. Son medidas tomadas para el bien general.

Ahora se anuncia un nuevo servicio que afectará al urbanismo, pues parece que cada vez se tiene más información acerca de cuantos espacios protegidos fueron destruidos. Y es que no pueden estar en todo.

Tal vez sea por eso que no todos tengan la clarividencia que se le exige a la responsabilidad, de tal suerte que uno no sabe que pensar cuando puede leerse que hay quienes no tienen aun opinión, al menos hasta que no las vea, sobre lo de las setas de la Encarnación.

Por lo leído, se detecta que para nada han servido paneles, ni recreaciones virtuales, ni conocer el proyecto, cuando existen declarantes del silencio, esos que no dicen nada, como Santo Tomas, que tienen que llenar las pupilas de hongos para emitir una valoración,  naturalmente a nivel personal, y solo relativo a sus criterios, que sobre gusto nada hay escrito, y con la precisión técnica de medir las palabras con pie de rey. ¿Que decir de tan respetable opinión?. Valga el ejemplo del zapato.

“Resulta que iba un hombre descalzo por la calle, y al verlo, una piadosa señora lo llamó para calzarle. Rebuscando entre los pares que disponía, como Imelda, encontró uno que, de todo corazón  ofreció al descalzo, pero este los rechazó. La dama no acertó a comprender lo que pasaba. ¿Porque prefería seguir descalzo, si ni siquiera haba hecho el intento de probárselos?

Ni que decir tiene que el precioso par era de firma, casi de lujo, pero era de señora, con tacones de aguja y encima pequeños.

Pues, igual esta Encarnación no es la que se ha esperado tantos años, ni hace falta ver las setas de firmas, para saber que serán tan caras como los zapatos, y pequeña, demasiado pequeña, su plaza de abastos, e incluso puede que guste a algunas personas, con o sin opinión hasta que las setas vea, pero seguro que, al igual que a los encallecidos pies descalzos, aquello no entrará ni con calzador. Y después de verlo, que.

Francisco Rodríguez Estevez
Sevilla a 12 de Marzo de 2007

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