El volcán
(Donde dije digo, dije Diego, es un celebre dicho para rectificar sin
hacerlo aprovechando el parecido fonético)
Es un buen presagio que su sangre solidificada, dentro de una ampolla de cristal, se vuelva liquida a la vista de propios y extraños. Por un año más se acabó con la preocupación latente, y la tranquilidad volvió al cumplirse el portentoso milagro.
Esta otra, es llana y, excepto el gurugú, lo más que tiene
son dos cuestas; la de entrecárceles
hasta pescaderías y la del bacalao, donde las fumarolas tan solo pueden
provenir de los incensarios cofradieros.
El monte es de piedad y como no está
libre de incertidumbres, el trabajo no se le pide al INEM, pues siempre se confía a la buena mano
de San Pancracio, y el esperado milagro, está en que algún día se construya el
mercado de la Encarnación.
Ni que decir tiene que, a la larga lista de benefactores,
hay que incluir los poderes inequívocos de este santo que ejerce sus efectos
cuando la cosa está mas caliente que las chapas del provisional en pleno Agosto,
y es capaz no solo de enfriar al emblemático monte, sino de dejar helado los
flujos hemáticos de todos los agnósticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario