Los sueños
En la fantasía del subconsciente se
idealizan los deseos, que a fin de cuenta no dejan de ser frustraciones de la
realidad. Es en la realidad, donde no deja de aparecer el disparate. Algo
podría tener de sentido eso de impedir, a toda costa, el transito por
intramuros a las cuatro ruedas, si fueran otros sus argumentos.
La ignorancia no me permite discernir las
razones que tendrán para lanzar esta despiadada guerra a un invento, símbolo de
modernidad, que permite los grandes desplazamientos, reduciendo las distancias
actuales, en especial, cuando las ciudades alcanzan dimensiones fuera de los
limites de los pasos, y el golpe de pedal, necesita un entrenamiento más propio
de otras edades más dinámicas y joviales.
Para construir el sueño peatonal, nada
más fácil que prohibir el paso de los vehículos
a aquellos que no disponen de garaje, ni son residentes, aunque este
privilegio imposible de evitar, creen desigualdades.
Mi coche será un proscrito en lugar de
una herramienta de trabajo. No importa que durante años fuera fiel cumplidor de
todas sus tasas e impuestos, que tanto ayuda a la recaudación pública para el
gasto corriente, y las posibles inversiones, ni que fuera creador de riquezas,
dando trabajo tanto a gasolineras, como a los agentes de trafico, a las
aseguradoras, a los talleres e incluso a los indigentes gorrillas, ahora,
permanece varado gracias a las obras, a los cortes y a las prohibiciones.
Vivir en extrarradio, y trabajar en
intramuros, no debe tener tal castigo, al menos hasta que, en lugar de sueños,
se construya una alternativa real, una opción para mejorar esas comunicaciones
colapsadas, por la falta de previsión, de técnicos y políticos, y la necesidad
de los usuarios.
Algo podría tener de sentido esas medidas, con carita caprichosa, para llevarlas a cabo, pero ¿dónde están las alternativas?
Algo podría tener de sentido esas medidas, con carita caprichosa, para llevarlas a cabo, pero ¿dónde están las alternativas?
Caminar es saludable cuando se realiza
por placer, pero es insufrible cuando se nos obliga a recorrer largas
distancias para acudir al centro, día tras día, hasta un trabajo de jornada
partida, para deshacer los pasos de las frías mañanas, en las horas del
almuerzo, para volver, con el postre en la boca, y de nuevo un regreso de
soledad, que en ocasiones resulta mosqueante ante un cruce con la sospecha de
unas sombras. Andar no es tan seguro, si nos acompaña el temor que producen las
calles vacías.
Cuento coches, al tiempo que obligados
peatones al cierre del comercio, y cuesta entender las razones políticas para
peatonalizar de forma contumaz, del no retorno, y sin razonamiento, cuando lo
sensato debería ser ofrecer otras opciones disuasorias, pero seria mucho
pensar, pues dormido es imposible, y encima sin tabaco.
Francisco Rodríguez Estévez
-Sevilla a 4 de Marzo de 2006
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