jueves, 20 de febrero de 2014


Los sueños

En la fantasía del subconsciente se idealizan los deseos, que a fin de cuenta no dejan de ser frustraciones de la realidad. Es en la realidad, donde no deja de aparecer el disparate. Algo podría tener de sentido eso de impedir, a toda costa, el transito por intramuros a las cuatro ruedas, si fueran otros sus argumentos.

La ignorancia no me permite discernir las razones que tendrán para lanzar esta despiadada guerra a un invento, símbolo de modernidad, que permite los grandes desplazamientos, reduciendo las distancias actuales, en especial, cuando las ciudades alcanzan dimensiones fuera de los limites de los pasos, y el golpe de pedal, necesita un entrenamiento más propio de otras edades más dinámicas y joviales.

Para construir el sueño peatonal, nada más fácil que prohibir el paso de los vehículos  a aquellos que no disponen de garaje, ni son residentes, aunque este privilegio imposible de evitar, creen desigualdades.

Mi coche será un proscrito en lugar de una herramienta de trabajo. No importa que durante años fuera fiel cumplidor de todas sus tasas e impuestos, que tanto ayuda a la recaudación pública para el gasto corriente, y las posibles inversiones, ni que fuera creador de riquezas, dando trabajo tanto a gasolineras, como a los agentes de trafico, a las aseguradoras, a los talleres e incluso a los indigentes gorrillas, ahora, permanece varado gracias a las obras, a los cortes y a las prohibiciones.

Vivir en extrarradio, y trabajar en intramuros, no debe tener tal castigo, al menos hasta que, en lugar de sueños, se construya una alternativa real, una opción para mejorar esas comunicaciones colapsadas, por la falta de previsión, de técnicos y políticos, y la necesidad de los usuarios.
Algo podría tener de sentido esas medidas, con carita caprichosa, para llevarlas a cabo, pero ¿dónde están las alternativas?

Caminar es saludable cuando se realiza por placer, pero es insufrible cuando se nos obliga a recorrer largas distancias para acudir al centro, día tras día, hasta un trabajo de jornada partida, para deshacer los pasos de las frías mañanas, en las horas del almuerzo, para volver, con el postre en la boca, y de nuevo un regreso de soledad, que en ocasiones resulta mosqueante ante un cruce con la sospecha de unas sombras. Andar no es tan seguro, si nos acompaña el temor que producen las calles vacías.

Cuento coches, al tiempo que obligados peatones al cierre del comercio, y cuesta entender las razones políticas para peatonalizar de forma contumaz, del no retorno, y sin razonamiento, cuando lo sensato debería ser ofrecer otras opciones disuasorias, pero seria mucho pensar, pues dormido es imposible, y encima sin tabaco.

Francisco Rodríguez Estévez
-Sevilla a 4 de Marzo de 2006

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