En el difícil lenguaje de los gestos, tal que fuera oráculo vino a decir sin quitarse la flor del sombrero, esto es lo que hay, y los palmeros arrancaron el atronador aplauso que rompió el silencio imperante de muchos años. Hablar con mimo
Comprensiblemente
dijo, como quien entiende el problema, que por suerte había llegado a tiempo
de tratar este asunto de la Encarnación, cuyo anteproyecto deprimido para nada
le resultaba de su agrado, cosa que nos sucede a muchos sevillanos.
Enérgicamente dijo, como quien sabe el valor de las cosas, que los intereses de la ciudad prevalecerían por encima de intereses particulares.
Enérgicamente dijo, como quien sabe el valor de las cosas, que los intereses de la ciudad prevalecerían por encima de intereses particulares.
Con convencimiento dijo, como quien tiene la solución para
la Encarnación, que se rescataría la posesión del solar, para devolverle la
dignidad a los pobrecitos placeros.
Afablemente dijo,
como quien pudo ver la belleza de los mosaicos aparecidos en la Encarnación,
que conservar la historia seria prioritario.
Sin ambages, dijo con
rotundidad, casi gustándose, viéndolo en las retinas de su imaginación, nada
menos que el mejor mercado en superficie que será el emblema de la ciudad se
construirá en la Encarnación. El emblemático estaba en la mente.
Paternalmente dijo,
como quien siente debilidad por un hijo desfavorecido, que a la Encarnación
había que tratarla con mucho mimo, después de tantos años de sufrimiento.
Compungido dijo, como quien sufre abandono administrativo durante años de silencio,
esto no puede consentirse ni un minuto más, treinta años son demasiados para
todos y para todas.
Jocoso dijo, como sonrisa de "augusto", esto tiene que
cambiarse.
Creciendo como serpiente en cada muda, en sus mudas palabras
de mimo, hacia entender que, Diego dice que digo, y no tiene el problema de la
comunicación gestual, pero que sin dudas el maestro Marcel Marceau, tiene
sucesor con garantías, en el difícil arte de no decir nada.
El solo es doctor, mas en lo del mimo, que como no dice nada,
lo dirá el tiempo.
Sevilla a 24 de Octubre de 2003
Francisco Rodriguez
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