El estudio arqueológico aparte de las prisas, tan solo
permitió excavar en la cuadricula central, prácticamente un tercio del solar,
y los resultados, por la importancia de
lo encontrado, tuvieron tal potencia, que rompieron todos los esquemas.
Faltaban dos tercios
aún por estudiar pero es de esperar que no se nos quedaran en la incógnita, al
no poderse llevar a cabo.
Las medidas de seguridad, como argumento de urgencias,
obligaron el anclaje de los muros pantallas del perímetro de la Encarnación. Se
trata de evitar los posibles desplazamientos de las descomunales piezas, enormes
placas de algo mas de veinte metros de
altura, fabricadas in situ con hormigón armado, con objeto de realizar los
inviables aparcamientos.
Sin necesidad del vaciado total, puesto que no se puede
bajar de la cota del yacimiento, los peligros quedaron minimizados, no obstante
han impedido el estudio detallado de un periodo de doce siglos de la historia
de esta ciudad. Todo por saber, ya se sabe.
La debilitada capa de sus machacados escombros, apenas
amortigua el peso de la enorme maquina, lenta y molturadora, circulando sobre
ese delgado colchón protector.
Estos trabajos de seguridad, carecen de la dirección
arqueológica que extreme los cuidados, sin los cuales, la escarbación llevada a cabo,
pueda poner en peligro la excavación
pues a poco que den algunas vueltas de mas con esa pesada maquinaria
sobre esa fina capa de tierra lo más
seguro sea que no aparezca nada más que el puré de ladrillo, en lo que podría
convertirse el valioso yacimiento.
Sevilla a 21 de Julio de 2003
Francisco Rodríguez Estévez
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