viernes, 24 de octubre de 2014


El hallazgo

Con la velocidad de la marea negra llegando a la costa das mortes me llegó la noticia. A veces estas son mas rápidas que las malas, resulta que en  las excavaciones de la rampa de la Encarnación se había encontrado un segmento de una plumilla. ¡Una plumilla! ¡ Un trocito de una plumilla!
 Todo un revuelo de los responsables y de los operario, ¿Qué sería la plumilla hallada? No tenia más datos, tampoco mis confidentes estaban en disposición de facilitar nada, pues el equipo analítico estaba encerrado en uno de los barracones al efecto. ¡Una plumilla!
¿Sería procedente de un ave?  ¿Estaria fosilizada?, De una gallina, ¿tal vez? de cuando en la plaza de abastos las vendían vivas, ¿ De perdiz, de sison, de avefría,?
Vete a saber el pollo que van a montar. ¿Y si se tratara de una de las que adornaron el sombrero del Tenorio en una de sus incursiones  por el cenobio?.
También podía perfectamente pertenecer al casco de un armao de la gandinga, que la perdiera en un descanso reparador, e incluso  no se podría descartar que esta se desprendiera de una buchona de la Plaza Nueva, que revoloteaba las ruinas, por más que los vuelos prospectivos, siguen  siendo cosa más propia de un quebrantahuesos que de una paloma.
Pero, ¿Y si se trata de un trozo metálico de los utilizados para la escritura?. A menos que se trate de un pájaro de cuenta, perfectamente podía haberla utilizado un escriba del Imperio, un orfebre andalusí, e incluso  el ayatolá de la madrassa, la madre abadesa, y  la madre que la parió, a la pumilla naturalmente.
Tampoco se descarta por el nivel del hallazgo que esta perteneciera al escritorio del gabacho alcaide, en incluso podía haber sido utilizada por un placero culto en un momento de inspiración. Incluso usada para acariciar en placer oculto en las artes “amatorias”¡Nos han  jodido! 
Sevilla a 23 de Noviembre  de 2002

Francisco Rodríguez Estévez

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