Nunca puede encadenar el compromiso con una causa justa, es
por el contrario un sano ejercicio de libertad, una sarna con gusto. Coger la
pancarta reivindicativa de aquello que sus motivos se abandonan a una suerte
inmerecida, sabiendo que necesita un trato diferente, y menos perjudicial del
que le otorgan, lo hace obligado.
Caída en la apatía, en el silencio y el conformismo, a la
Encarnación le sobrevino una solución desesperada. Una solución tan negra y peligrosa como un agujero, y no
precisamente de la capa de ozono.
¿Cómo se puede estar conforme? A menos que siendo ignorante
es como nada preocupa. Para que saber. La plaza de abastos de la Encarnación, desaparecida
y sus placeros en la provisionalidad pasivos e indolentes, ignoran o no quieren
saber que por capricho de las personas que ocuparon un lugar en la
responsabilidad, junto con la desidia, los temores y el enrevesado
ensimismamiento de los enjaulados damnificados, pudieron convertirla en una galería
subterránea, y encima, para más penoso y lacerante asunto, nada menos que pretendían
poner ¡¡locales comerciales!!
Divulgar semejante atropello ante la pasividad de los
silentes comerciantes en eterna provisionalidad, y sobre todo a esta callada ciudad,
a la que podían haberla privado de un edificio público con característica
cultural y etnológica propia, que ciudades como Barcelona y Valencia, conservan
para el disfrute de sus visitantes.
Este desafuero motivó que esta aventura epistolar fuera creciendo
gracias a la generosidad de los directores de prensa que tuvieron a bien
publicarlas.
Desde que esto
ocurre, nos hemos venido aglutinando un importante grupo de dispersos
colectivos ciudadanos, de tal suerte que, su fuerza a ejercido para
motivar en la opinión a muchos más,
circunstancia que, junto a otras, por solidarias, podía ser la justa causa de
que se haya podido cambiar toda la trama que para la Encarnación tenían urdida.
Lograda in extremis la salvación de la tradicional plaza de
abastos, mantengo mi compromiso, que espero no cancelar antes de la
inauguración del emblemático, con los verdaderos artífices del milagro de la
Encarnación, antes misterio, ustedes los lectores de estas cuitas que se
molestaron en leerlas, y pienso que por
amistad, cariño y solidaridad me hicieron llegar su preferencia y
adicción, a esta extraña manera que
tengo de contar las cosas. Estilo raro.
Sevilla a 21 de Octubre de 2003
Francisco Rodríguez Estévez
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