domingo, 28 de septiembre de 2014

Una extraña mala suerte

Que le podríamos hacer, imagino que no es  para nada cuestión de un mobbing persecutorio, acaso algo mal dado, csi sin intención,  desde su torcido principio de la parte final de este lugar destinado a plaza de abastos municipal. Pero parece que cada vez toma más cuerpo aquello de las dos varas, que decía el edil de largos discursos.
Parecía cosa improbable, en este tiempo donde el papel doctrinal trata de evitar las desigualdades y paliar en lo posible las existentes, pues donde si no puede encontrarse otra explicación en esas actuaciones donde existen tantas diferencias.   
Así puede comprobarse, como en los sótanos de la Iglesia del Salvador, se ha conservado “in situ” un trocito de pavimento (menor de un metro cuadrado) de la Híspalis con chorrito de agua incorporado. Igual tratamiento se ha establecido para el depósito de aguas de la Plaza de las Pescaderías, en este caso desecado. Sin embargo en lo de la Encarnación, todo el gran yacimiento arqueológico, calificado de una importancia superior, por su estado, por su extensión, por su calidad, por su variedad, cantidad y singularidad, este, pueden comprobarlo, ha sido desmontado en su totalidad de su sitio original con lo cual  podría volver a ser recolocado donde más convenga, e incluso en la azotea botellodromo, del desafortunado mercado, más que por la tontería de llamarle de ese modo, por los aplausos cosechados. Hay palmeros pa’tó.
Del mismo modo que se aprueba que en los techos de las futuras cocheras del metro se instalaran paneles fotovoltaicos para la producción de electricidad (503.541 kilovatios hora), y cuyo excedente podría ser vendido a Endesa, en la epatante cubierta de la Encarnación, (7200 metros cuadrados) nasti de plasti, por mas que las disposiciones municipales tengan establecidos que esto sea una obligación para los edificios públicos. Según la Ley FERAEE.
Visto que en casa del herrero, cuchillo de palo, cabe decir que mientras para lo de la Encarnación tuvieron unas bases en su concurso, pelín complicada, y un jurado foráneo, internacional y de prestigio a los que se responsabiliza de que trajeran esa cosa de las setas, que ya se expone previo pago por el mundo entero, pero como la falsa moneda, ninguno se la queda.
Con la lección bien aprendida para el concurso de la gerencia se extreman los cuidados, tal vez para que no le aparezca ningún capricho de de similares características, dignas de tablón de tapa, y junto a estos champiñones plancha se pueda añadir el edificio pimiento frito, el melón sin calar, el tomate empanado, y quien quita que nos metan el famoso pepino.
El caso es que el mercado como tal tiene los días contados, antes de nacer, pues sin el metro, sin tranvía, con las paradas de autobuses trasladadas a Osario, sin aparcamientos y con carril bici, esta Encarnación que vuelve sobre sus pasos, inciertos, de alpargatas del ayer, le crean demasiadas desigualdades más que intencionadamente. ¿Mala suerte?
Sevilla a 21 de Noviembre de 2006

Francisco Rodriguez Estevez

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