viernes, 26 de septiembre de 2014

La coherencia de una voz casi apagada
 (JUNIO DE 2006)
Existen. Tiene esta ciudad de abiertos armarios, a la que el sueño tiene dormida, un baúl de los recuerdos, donde la mediocridad de escaso brillo a metido tal numero de notables que asombra el hecho de que, cada cierto tiempo, alguno se atreva a dar opinión, desempolvando su vetustos meritos.
Tal es el caso del viejo profesor que vuelve a hacerlo por coherencia , sin tapujos, a cuestionar lo de las setas, como bien dice multitudinariamente rechazada, que pretenden construir en la Encarnación.
Aunque fuera por su fealdad, en este caso imposible de tapar con una buena arboleda, no dejaría de ser una cuestión de gustos, y por su inutilidad, en este caso un carísimo icono, estaría desfasado, al perder la originalidad, incluso en la mal llamada modernidad.
Lo cierto es que a todas luces, con la excepción del bien pagado jurado internacional de prestigio y el pacto de progreso, Alameda y Encarnación, todo el silencio del mundo reconoce que el lugar para colocar semejante cosa, no es precisamente el más adecuado.
Al menos él es capaz de decirlo, y se suma a los que venimos, desde el fallo, advirtiéndolo.
A todo añádase que “eso”, que se parece sospechosamente a una gasolinera, apenas cumple los objetivos marcados por las bases, pues no acaba de solucionar el problema del mercado,  ya que reduce el numero de puestos para los vendedores que lo esperan arrinconados, lo que creará un conflicto después de treinta y cuatro años, a menos que se desprenda una imprevisible y generosa compensación.
Tampoco se construirá la estación del metro, no se ordena el trafico y las plazas de aparcamiento en superficie desaparecen, y  los espacios públicos es una azotea a siete metros de altura.
Sin embargo impunemente se modifican las alineaciones medievales, se talan las acacias, se olvida la energía solar obligatoria en los edificios públicos y se destroza un Patrimonio con una cimentación agresiva, y todo ello para que las gigantescas setas, estructura de metal, recaliente con su mala sombra al mayor de los desatinos, de momento después del Olímpico, que aun estamos pagando.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla a 11 de Junio de 2006

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