Encantación, Encarnación.
(Dos coplas a cuatro voces)
Antes de meterse a cura, dicen de él que debió llevar vida
licenciosa, a tenor de los textos de sus coplas en el libidinoso tiempo de
juglar, de ensoñamientos, en el que compuso la mayor parte de sus villanescas,
para mas tarde, arrepentido, cuando revestido de otras ropas, aprovechando su
exquisita música, cambió las letras de sus canciones de enamorar, para
convertirlas en coplas de amor.
Para el caso de “La
Encantación”, en “La Encarnación”, dejó una parte intacta, (como hace el
consistorio, el pacto, la gerencia, o el Sr. Sánchez), así pues aprovecha la
parte llamada copla para integrarla en esta Encarnación nueva , manteniendo su
antigua letra pero cambiando el sentido y que dice: “El hijo de su madre,
después que se enamoró, en sus amores (caprichos) gastó, cuanto heredó de su
padre”.
Pero lo más interesante es que deja, como una actualidad
sangrante, los versos de quien gasta lo que en sus manos se pone, (como el
consistorio, el pacto de progreso, la gerencia, o el Sr. Sánchez), con lo cual
la encantación, villanesca de su tiempo mundano, convertida en la Encarnación,
a poco antes de fenecer su autor, agotando su tiempo místico nos dice: “Tan
largo ha sido en el gastar, el que hoy se ha dado, que por dar quedó empeñado,
y no tiene más que dar”.
De eso hace cuatrocientos diecisiete años, cuando la
Encarnación era convento, como el Ayuntamiento, (con el consistorio, el pacto
de progreso, la gerencia, o el Sr. Sánchez), y esta era una ciudad de picaros
(como siempre), cuando Francisco Guerrero, (1528-1599), y Sánchez por su madre,
escribió esta magnifica pieza de “La encantación”, en su inquieta juventud de su tiempo de juglar, cuando se le intuye
por los textos que era especialista en curar amores, pero sin practicar la
medicina, alcanzando un notable éxito.
Esta historia de lapidar por caprichosos amores el capital
que le es depositado, habilidosamente la transforma, cuando convertido en
sanador de almas, en “La Encarnación”, tomando la referencia de Dios Hombre,
que humanizado, ama tanto a sus semejantes que por la humanidad gasta su
divinidad.
Son enseñanzas que nos dejó quien tanta vida tuvo en esta
ciudad, en lo mundano y en lo místico, que otras conductas se encargan de
recordarnos cada día.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla 2 e Junio de 2006
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