lunes, 18 de octubre de 2010

Salon Colon, (otra travesia)

Día de fanfarrias

Anunciando el principio de fin del mas nuevo, que no moderno, siendo el mas antiguo de los mercados, la mañana se presentó con la incertidumbre que aquel documento generaba. Firma si, firma, no
El grupo crece en su malestar y piensan que deberían de firmar para no firmar y recabar firmas y más firmas para ser atendidos, para ser escuchados. Firmas para pedir las explicaciones que nunca fueron dadas, firmas para entender lo que no se entendería, firmas para formar una fuerza que siempre se desvanece.
Firmas para no firmar. Una fanfarria que avisa del aviso. Un complot que crece y crece en la mañana, hasta el momento de las explicaciones.
Durante una hora, toda la fuerza anda perdida en digresiones, y todas fuera de los argumentos que durante toda la mañana los corrillos de placeros fueron sumando en sus pareceres. Que si no es de recibo, que si las penalizaciones, que si no me dejan entrar en mi puesto, que si pierdo la licencia, que si no puedo vender mi puesto, que si no tengo nada, que si el titular resuelve el contrato, hasta luego Lucas, que si el prorrateo de las fungibles, que si las cuotas dormidas que no aparecen pero que están, las subidas del IPC de Enero, el uso de las cámaras, los inexistentes ganchos para colgar los géneros, y así toda una larga ristra de explicaciones que serian pedidas, y además que sean contestadas por escrito, antes de la firma.
Por unos minutos parecía que los vendedores del mercado, a los que no gustan que le llamen placeros, por mas que hasta el Sr. Alcalde así les llamara en su discurso, que utilizando para el evento el Salón del Plenos, tenia ese punto onírico casi poético de lo que confunde como la noche, el hilo blanco del hilo negro. Pues por esos minutos todo pareció una confabulación contra el acto politizado al punto que faltaron Espadas y Zoido, en el pulso de las palabras, y todo aquello que parecía la fanfarria de siempre, estuvo todo en un tris de que se acordara en un potente acto de fuerza, no firmar los documentos, pero inexplicablemente todos lo firmaron. Todos en el mismo barco, que para nada importa el rumbo que tome, ni quien lo impone, el caso es que se conforman después de tantos años, con solo que no haga aguas.
Los vendedores, a los que no gusta que le llamen placeros después de mas de 37 años, volvieron a perder, en este caso el tren, ese tren que estuvieron esperando, y que al escaparse, obligados por las circunstancias y sin querer se verán en alta mar, de un mar adentro, que siempre acaba perdiendo en los horizontes hasta la mayores de las naves.
Los galeotes tendrán que remar mucho y con todas las fuerzas para no perder la costa en esta travesía, por que ya no hay tren que valga, todos en barco, y en lontananza el horizonte, por el momento es una lejana línea que se lo traga todo, naturalmente por escrito, y en contrato de partes.
Aun me pregunto que pudo suceder para que los vendedores a los que no les gusta que le llamen placeros firmaran el documento que no querían firmar, y ni por asomo quiero pensar que fuera por la cartera negra de los presagios, ni por el ágape. Algo debió suceder, ¿pero que?
Sevilla a 18 de Octubre 2010
Francisco Rodríguez

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