jueves, 7 de octubre de 2010

Puntadas y cordones (el soldador)

El joven soldador, me pide que escriba algo de la Encarnacion para "mentarlo", y nada me cuesta hacerlo.


El puente

Vino para un puente y lleva para dos meses. Lo que son las cosas, el joven soldador que viene a diario desde su Córdoba callada, hasta esta ciudad de los silencios, para ganar los sueldos que le proporciona su trabajo en una subcontrata de las que tiene la constructora adjudicataria de los de la “setas”, hacia silos y ahora sigue haciendo el puente.
El joven cordobés,tiene una pequeña hija a la que solo puede coger los domingos y fiesta de guardar, pues las madrugadas le traen a esta patochada de lo de la Encarnación, en la que por el rigor que pone en su trabajo, el mismo cree que está haciendo algo importante, eso está bien, y quiere por lo tanto, que cuando su pequeña se haga mayor, esto le suponga un orgullo, y pueda tener, aparte de las fotos, que por cientos cada día le realizan cuantos asombrados de ver semejante mamotreto, o cosa, también conocida por tamaño disparate como son las setas, algo que le recuerde, un detalle .
Y es allí arriba, en el puente de hierro galvanizado que une la seta cinco con la seta seis, donde los andamios del “ershino Rodríguez” y sus ershinosmens no llegan por motivos de contratación, donde estos que hacen silos, como Santo Domingo,( para que las ratas de las alcantarillas no toquen el grano), sueldan y sueldan, y vuelven cada día a soldar el puente entre nubes en agotadoras e interminables jornadas de 12 horas, 12, alejado de su acento, alejado de lo lejos.
El joven cordobés, severo en su planta, como goza su fama de enjuto, de seco, y al que le otorgo que sea hombre de bien, por que bien puede serlo, me insta a que sea valido mi testimonio escrito para que, cual notario, deje constancia de su participación en la construcción de un sueño en esta dormida ciudad, en el que le tocó en suerte venir para ganar el sueldo, nada menos que subir por el interior de los huecos estipites la escalera en rampa caracolera, para estar por las alturas de la cubierta al objeto de que su trabajo sea para hacernos mas sombras y quitarnos los cielos.
Viene ha ser esto que pide, un recuerdo para el futuro, algo especial que cada vez que su hija pase por debajo de ese puente sin río, que de Córdoba a Sevilla vino, como lo hizo su padre, el mismo que estuvo desde los amaneceres pegando puntadas en lo de la Encarnación, y piensa el joven, equivocadamente, que para ser alguien que se precie en esta función, en este elenco de actores, que se hace fundamental aparecer en esta cartelera.
Como cada día, baja de su puesto en el tajo, para obtener las viandas reponedoras, penando en que le dure en el tiempo las soldaduras, que menos, para poder traer a su chiquilla a la feria de Sevilla.
Nada es seguro en esta Encarnación, donde todo se espera quede solucionado en horas, en minutos, pero con tanto viaje de ida y vuelta, como que Córdoba ya, hasta se hace cerca, y lo mismo, de aquí a nada, estamos en Abril

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