domingo, 3 de octubre de 2010

La pausa

Sin prisas

Estas pausas en las que parece que se reflexiona la situación general, incluso en la de la Encarnación en particular, hace pensar que, aun siendo imposible dar marcha atrás para rectificar, que, en lo de las setas, al menos, se quiere que ante la inmediatez de su conclusión no seguir haciendo las cosas tan mal, se diría, por lo tanto, que existe la intención de si les fuera posible, al final, hacer lo correcto.
No es mal inicio, es algo interesante dejar las bullas y tener la paciencia de esperar a la recepción de la obra, con los cumplimientos obligatorios, para iniciar el papeleo que permita la legal ocupación, antes de entregar llaves. Queda claro que con las parafernalias, y las nominaciones, que se fueron las prisas, incluso las inaugurales.
Cuanto no hubiera sido más sencillo el dejarse de osadías, y papanatismos, que ni en los discursos electorales de los candidatos forman parte de ningún reconocimiento.
Lo de la Encarnación hubiera merecido un mejor final, pero que se podía esperar con tan desacertado principio. La desmedida proporción, cuando las que se requerían eran medidas amables para recuperar un mercado esperado que acabara con la provisionalidad eterna, que empezó cuando se produjo la expropiación forzosa de los comerciantes, accion deplorable que fué llevada a cabo por los últimos coletazos de un periodo en los que no se votaba, y el Ayuntamiento se hizo caprichos con la Encarnación. Se diría que en todos los tiempos, la Encarnación siempre se consideró de juguete.¡Ay, Alameda!
Lo que debía de ser algo tan simple, se volvió escabroso. Lo que debería de ser económico, de hizo caro. Lo que pudo ser rápido, se ralentizó en extremo. Lo que parecía una solución, resulto ser un problema. Lo que se pensó viable, resulto imposible. Lo que obtuvo la calificación de sostenible, olvida las fotovoltaicas.
Viene bien esta pausa reflexiva, especialmente para que se pierda el folklore que alrededor de lo de las llaves se ha venido montando, y mientras que se acaba la totalidad de la obra, para que sea recepcionada como las normas establecen, que queden aclaradas todas las cuentas pendientes, y los vendedores puedan saber todo lo que ignoran, sobre los costos y los gastos.
Sevilla a 3 de Octubre de 2010
Francisco Rodríguez Estévez

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