domingo, 10 de octubre de 2010

En diez días, para dos meses

Diez del diez de diez

Esta cabala, en la que los números y las fechas se alían con el destino, nada ha tenido que ver con la Encarnación, a la que un santero, cuando la Expo, la predijo con el ocho.
Acaso fuera por que tal parece la madeja municipal, la de los líos, la de su criptograma, madeja que deja, o no deja, cuado menos este asunto empantanado para algunos, solucionado para otros, y que tenia previsto, distinto numero de resolverse en el octavo poder, ese que nos llegará cuando las urnas se abran la próxima primavera.
Había pasado el ocho del ocho de ocho, tan esperado, que por aquel entonces lo de la Encarnación era solo para los íntimos un secreto bien guardado, en el que la demora ya alcanzaba los ocho meses de la fallida inauguración, cuando se sabia, pero no se podía desvelar que lo de las maderas era imposible, y se le decía vanguardia, atrevimiento, e incluso osadía, sin tener en cuenta que todo el dinero era de nadie, pero no suyo.
Proyecto imposible que necesitaba un nuevo modificado, otras técnicas en la construcción, inventar un pegamento, e incluso buscar financiación.
Dos años y dos meses mas tarde, todo parece estar solucionado para lo único que al parecer interesa en esta construcción única en el mundo, la de un sueño, esta vez de madera, con el costoso macroproyecto llamado a ser el nuevo icono de la ciudad de las personas, al menos, hasta que cambie el slogan publicitario, y no es otra, que los placeros realicen allí sus ventas de Navidad.
Y mira por donde, se anuncia justo el ocho, como la madeja, para que el triste verdulero tenga por un día la máxima felicidad, y darse una alegría bajo las chapas brindar con el mismísimo Rey, en baño de multitud por el descuento fin de temporada, y comunicar que será diez días mas tarde, cuando el séptimo como el de caballería, como el de las carambolas, en este caso presidente del consistorio sevillano, en uno de sus previstos actos de despedida, entregará las maletas negras con las pólizas de créditos firmadas con sus correspondientes pagares, a modo de extraña llave, para que aquello pueda abrir sus puertas a nada que se corte la cinta carmesí con madeja dorada.
Sevilla a 10 de Octubre de 2010

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