viernes, 24 de abril de 2020


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Vecinos. Esos extraños

Apenas conozco a tres personas de mi bloque de pisos, acaso con una he mantenido conversación, mas allá de las palabras de cortesía. De hace poco tengo unos vecinos nuevos al que frecuento el saludo, antes del confinamiento, por tener horarios coincidentes, ahora ni les veo.

Mis vecino de planta, llevaran 30 años viviendo, son con los que más hablo, e incluso tiene llave de mi casa pues son personas que generan confianza y a nada que le pidas suelen ser solícitos. Ni que decir que nunca le agradeceré bastante al almuerzo que tenía preparado para toda mi familia aquel día en el que me vi solo.

Nadie pensó en que había que comer, y debió de ser la costumbre de su pueblo preparar para los vecinos el reconfortante puchero tras el duelo. Así y todo no son muy conversadores, eso sí se esmeran y preocupan en la convivencia, interesándose en cada circunstancia que la situación lo requiera.

Ni son cercanos, ni me son ajenos. Cada año por Navidad montan un Belem, que le lleva al menos tres meses la instalación, es espectacular. Un verdadera virguería, colmatado de detalles, figuras magnificas que cambia cada año, pues tiene varios misterios de la Natividad.
El Cielo de algodón con cientos de bobillas cambia el celaje, de día y de noche. Igual montaba un Calvario, algo más pequeño, que este año sin semana santa, no lo ha instalado. Al menos ni he escuchado música sacra,  en tono agradable cuando se sube las escaleras, ni he percibido el olor a incienso que enriquece el esfuerzo.

Hoy he salido a compra, a punto de ser las ocho, y por fin he sabido de donde sale tanta música, tambores y cornetas en semana Santa, Amarguras a tuti plen y ahora resistiré y música de disco después del aplauso.
Es del bloque de enfrente como cabía esperar, ahora está montando una guirnalda de farolillos y luces, solo lo puedo ver desde la calle, la frondosa copa del naranjo hace que mi confinamiento sea verde,  solo hojas verdes, cuando hemos tenido azahar en este tiempo. 
Pues aparte de las tórtolas turcas que ya no se que colocar para espantarlas, mañana seguro que tenemos a las doce sesión de alumbrado, y no hay quien quite la sesión de sevillanas.
Mis vecinos de trabajo, comparten poco más que el horario, y nada es afín después de tantos años, ningún punto de afecto he llegado a advertir, cierto es que tanto me entregue, tanto me ofrecí, en lo profesional, como en lo social, que nunca tuve la reciprocidad, y a estas alturas son meros extraños conocidos.
ALUMBRADO EN EL BALCON: LA FERIA EN CASA
El confinamiento con tantas horas en silencio, invita a salir cada mañana para dar el servicio que se establece como trabajo necesario en la plaza municipal de abastos, ver el cambio de luz es un espectáculo en los cielos más limpios, todo cambia al llegar y comprobar que nada cambia en este gatopardismo micológico, cuando tantas innovaciones se ofrecen en la nanotecnología.
La noticia de una puerta que desinfectas a personas, ropas, móvil y monedero y carteras e incluso los  zapatos, con peróxido pulverizado en un túnel.
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Lo de la Encarnacion tiene dos responsabilidades y ni tan siquiera cumple todo lo que leyes reglamentos y normas disponen, como se puede pensar en un túnel de descontaminación, aunque solo fuera para que los clientes no tengan que tocar el pasamano de las puertas manuales.

Mi vecino me acaba de decir que lo de la Encarnacion, refiriéndose a la plaza de abastos, está perdiendo atractivo, acaso por la pandemia, una forma muy  sutil de decirme que compra en el super.

Sevilla a 24 de Abril de 2020
Francisco Rodriguez Estevez

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