Las voladoras
La primera impresión al ver aquello, que con las claritas del día ocultaba en cada paso la negra despedida de una noche fría, y que por más que verlo, aquello me causara lo que fuera, no dejaría de ser solo una anécdota, una sensación personal, en todo el trasfondo.
Tuvo que ser un amigo quien me vino a decir que si lo importante para mi es el mercado, cualquier impresión que aquello pudiera producir al contemplarse sería algo irrelevante, para algo tan importante, que no es precisamente su diseño, ni su cuestionada vanguardia, ni su dudosa funcionalidad, ni tan siquiera su desmesurado costo. ¿Pero donde está ese mercado?
Dicen que cuarenta puestos, del mercado provisional, quedaran integrado en el proyecto de mercado emblematico, y como que suena raro, nombre tan grande, para algo que resultará tan pequeño.
Cierto es que los transeúntes dan opinión en voz alta. Acaso tendrán sus motivos cuando unos aplauden, mientras otro se ríen, ante aquello que en la nublada mañana tuvo estreno de paraguas, siendo ideado para el Sol, mientras el metropol se diluye como colada por el bajante, viendo este “ochico”, dulce típico de Viernes de Dolores, “ochico” cubano, chicanne de un scalectrix tamaño del disparate del ocho que trajo a este enclave misterios del Caribe paso a paso, Via Germánico, Via Cómodo aparcamiento en Adriano, y caminar de Via Venetto a Via Trajano con salida en Alameda, ¡Ay Alameda!, vía y catenaria del tranvía. Cuando de siempre la Encarnación que se va cuando viene, misterio que muere y resucita, en la encarnadura que, con tripas de la Encarnación, le diera, junto al de la Sangre, su autor, pero que el de esta Encarnación de mis carnes, caso cerrado hasta Pentecostés, será para los mortales un misterio sin resolver.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla a 31 de Marzo de 2007
Paraguas en la Encarnación
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