Sábado Santo (En confinación)
Como cabía pensar, que me despertara temprano, muy temprano,
mas trabajo me costaría salir a la calle y disponerme a marchar hacia mi
trabajo si predisposición, en larga
caminata de calles solitarias.
Es una suerte y un riesgo a la vez, salir a la calle cuando
la amenazante pandemia que tantas miles de vidas lleva contabilizadas tiene
posibilidades, por más que le pongamos TODAS LAS MEDIDAS, de incluirse en su
lista de muertes. Sesenta y cuatro horas sin pisar la calle, me hizo
reflexionar de cuantas llevan estrictamente el confinamiento, con las pausas de
romperlo en rigurosos periodos de tiempo establecidos para salidas de
necesidad.
La jornada de trabajo da una muestra de lo que pueden ser no
solo este Abril de fiestas mil, y no
solo por la Feria de Sevilla suspendida, mas cuando el comercio y el turismo
son generadores de empleo, que están inactivados , siendo más que seguro que no
son vacaciones, cuando la situación es sumamente delicada, sanitariamente,
socialmente y económicamente. Un trío que está realizando la metamorfosis, cual
gusano de la mariposa monarca, en
peligro de extinción.
Esta mañana me regalaron un taper de gran tamaño con un
cocido, con pringá. Lo iba celebrando en camino de regreso, pensando en comprar
una botella de vino ya que había terminado la botella, y nada mejor para
acompañar un regalo que se hace exquisito, como así me lo ha confirmado. Pero
ocurrió que lo guarde en la cámara y al venir congelado mantuvo la congelación
hasta el mismo momento que me disponía a calentarlo en un cazo apropiado de
haber estado descongelado.
Lo guardaremos para mañana, para hoy urge buscar en la
reserva que tan bien me hubiera venido mi ensaladilla de no haberse caído la
fuente al suelo. Tengo filetes de cerdo, tortillas de camarones, y berenjena
rebozada con miel, plátano con chocolate a la flor de sal, vino Valdepeñas, pan
integral, infusión de tomillo y una torrija casera que compre en la confitería.
Tengo que hacer el lavado a mano de la ropa blanca, de
momento cuelgo en perchas la ropa de color para lavar en un espacio de la
terraza, al menos se airearan, hasta que pueda ser reparada, la lavadora
que me dejo tirado el día del estado de
alarma.
Hoy no he oído las palmas, la verdad es que tengo pocos vecinos,
pero en tanto silencio parece que todos se han marchado, que no vive nadie.
Cierto es que hay muchas personas que ya no son jóvenes. El supermercado esta
tarde también estaba solo. He comprado pan para hacerme una tostada para
desayunar mañana, que será un domingo sin previsiones.
Sevilla a 11 de Abril de 2020
Francisco Rodriguez
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