Cuento de primavera
20 DIAS. (NI SE SABE) pag-10
Debería de haber hecho caso a mi primera idea y quedarme en
casa, durante esta Semana Santa. Si la actividad de ayer me hacía presagiar que
había acertado al acudir al trabajo, la mañana de este Martes Santo, que sigue
nublado, fue decepcionante.
Había pensado terminar las existencias perecederas y que
fuera el próximo lunes recepcionar la nueva mercancía, sin que ello significara
que acudiría mas público. Demasiado temprano, y en la calle ni un alma, está
todo tan oscuro que apenas hay cantos de los pájaros, esos que despiertan en
cuanto aparezca la primera claridad del amanecer. La caminata es el inicio diario para subir la persiana del
pequeño negocio alimentario. En lo de las setas.
la plaza municipal de abastos
va recibiendo a los vendedores desde muy temprano pues la preparación y
colocación de las distintas mercancías requiere su tiempo. Es un tiempo de
silencio. Todos en su tarea, una nueva tarea después de cargar y descargar, esperando la tercera, la venta, y concluir, la cuarta tarea del día, guardando el excedente debidamente
según lo requiere cada producto, para llevar a cabo la limpieza y el cierre.
Tantas horas, tanto esfuerzo, tanto expuesto y no solo la
mercancía, tanta ilusion, soportando estoico la máscara higiénica tal que fuera un intervención quirúrgica, y
resulto ser que la ausencia de publico chafó este segundo día de realizar una buena
venta , que resulto ser una salida penitencial.
Un trabajo doble para no obtener
resultados, así es esto. En tantas horas da para pensar en demasiadas cosas,
cuando se está en un momento malo, pero bien malo y la carita que tiene no es
buena. Como diría Mariano, que es cosa mala. Mala cosa.
Debería de habérmelo pensado y no regresar tan pronto al
confinamiento, pero que se hace en la calle salvo caminar por el Sol que este
mediodía me acompaña en el recorrido aportando el calorcito en el cuerpo
enfriado por una climatización en el laberinto de las setas que la calefacción
obsoleta y deficiente obliga a no quitarte el jersey de lana, y abrigarte bien
el cuello.
Cada vez las tarde se
hacen más rápidas, son casi las ochos y
apenas he puesto en orden algunos cajones donde hasta encontré la
serendipia.
Acaso el Martes Santo, fecha que le tengo un respeto adicional,
donde la casualidad me llevo a lances inesperados en algunos de ellos que no me
sorprende que nadie de la familia haya llamado hoy, como diaria aquel, “cada
uno tiene lo suyo”.
Suenen los aplausos los imagino en sus casa asomados en los
balcón para disfrute vespertino de los más pequeños en estos días que
comprenderán cuando sean mayores. Pienso en los enfermos, y en los sufren
padecimiento, que tal vez toquen las palmas sentados o en el sofá que les da
zona de confort durante muchas horas.
Los aplausos son más débiles, y debe de
hacer algo de viento cuando las hojas del naranjo muestran un tintineo que va cogiendo fuerza. Aún queda el
sonido de un nuevo aplauso que va con
retraso.
Sevilla a 7 de ABRIL DE 2020
Francisco Rodriguez
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