martes, 1 de junio de 2010

Hola, hola, saque bola, (o trola)

Por eso se llama capricho

Apunta con la seguridad del visionario, quien manifiesta ser solo medico, que al final todos acabaremos por querer y admirar eso de lo de la Encarnación, sabiendo que será de por vida un mojón histórico.
Basta saber que remedio nos va a quedar, si después de todo, le vamos dejar cagar (pues los mojones no vienen de parto) aunque lo suyo hubiera sido mejor un aborto de esos expresos, sin informar a los padres del engendro, ni a los padre de la idea, ni a los padres de la ocurrencia, ni a los padres del jurado, ni a los padres del concurso, vamos que no habría ni padre ni padra, ni madre ni madro, que por la paridad se enterara de la interrupción de lo de la Encarnación, ya fuera por cualquiera de los supuestos abortivos tenia culminada la demolición controlada.
Como es tarde para todo, la cagada se hace inminente, y no existe otra escapatoria que admirar su textura, su rareza, sabiéndola icono, sinergia del comercio, atractivo mundial de turismo, punto de vertebración del ocio, generadora de empleo, vértice cultural, nexo del Norte con el Sur, y otras animaladas, por eso, me recordaron tantas palabras melifluas, a mi perrita Bola. Mi dulce “Bolita”
Que esa si que es lista, mucho más de lo que parece. Puedo asegurar que no tengo ni idea de lo que me llevo gastado en ella. Es un cruce canino tan extraño que su rareza le hace particularmente especial, todo el que la ve, la mira con sorpresa. Tal como los champiñones.
No fue acertada la elección, no era lo que buscaba, y a pesar de todo la compre tal como si fuera la mismísima “Lassie”. Nunca debí de quedarme con ese animal, pero fue un capricho de mi madre, y ante eso, no hay nada que hacer, más que pasar por caja.
Resultó que estaba enfermita, y como es natural entre veterinario, pienso, y medicación en menos de un año, con las vacunas y otras inyecciones llevaba invertido en el animal, tanto que parecía que había adquirido el de mayor excelencia y el de mejor pedigrí. Mi perra Bola es un chucho, al que por delicada todo le sucede. Bebió agua en un taller de automóvil y como contenía lejía, sufrió quemaduras gástricas. Un día en el campo ingirió una planta que resulto ser venenosa, y corriendo al veterinario. La tercera vez que se intoxico fue con una seta. Las setas tienen su veneno. Ahora sigue un tratamiento a base de hepato-protectores y vitaminas del grupo B, su dieta es pavo asado, sin sal, y el carísimo pienso medicinal dice la muy canalla que no se lo come.
Como ven, al final, con todo los disgustos que me lleva dado, con lo carísima que me ha salido, con lo extraña, diría rara, porque soy incapaz de verla fea, pero se que es fea de cojones, la quiero. Se que me hubiera gustado mas tener un perro sano, ganador de concursos, con pedigrí que te cagas, e incluso que me fuera por el periódico, me trajera las zapatillas y me sellara la primitiva. Pero no, mi perrita me tiene, por eso del síndrome de Estocolmo, todo el día detrás de ella colmándola de cuidados y atenciones, y a pesar de lo mucho que me lleva costado y todo lo que aun me tendré que gastar, pues resulta que por eso de la costumbre ahora seria incapaz de deshacerme de ella.
Así que por lo menos la voy a querer mientras me dure que para eso mi “Bola” fue un capricho de quien lo tuvo, y me viene al pelo, tal como tiene de “bola” el vaticinio de lo de querer a las caprichosas y costosisimas setas.
Sevilla 1 de Junio de 2010
Francisco Rodríguez

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