Historia real
La diagnosticaron mal, pues el medico solo sabia de Medicina.
De siempre se dijo, sin mas argumento, que no estaba bien, que era muy
vieja, y le realizaron una intervención municipal tan invasiva que acabaron con
ella despiadadamente.
El tío de las yerbas no era curandero, pero curaba.¡Vamos
que si curaba! En la calle ancha de Regina, Basilio se ganaba la vida vendiendo
sanadores remedios vegetales. En su manta extendida podía encontrarse todo lo
que necesitaban los buscadores de remedios para la salud quebrantada.
Combatía las dolencias articulares con ungüentos, la pomada
del tigre, la de la calle Relator, todo un mundo guardado en redondas cajitas
de madera.
Farmacopea del monte. Mortero de mármol. Proclama de la
maceración, del cocimiento y de la infusión, junto con las bondades del té del
moro. Aula abierta de Patología, en la Encarnación.
Basilio vivió en la calle, pero su vivienda la tenia en
aquella que una calavera recuerda a la desgraciada Susona. Sevilla oculta de la
judería. No era medico pero la eficacia de su saber, alivió mucho dolor cuando
la penicilina se conseguía de matute, el rotex de contrabando, y el caucho
preventivo era tabú.
Doctos cursos de higiene a viva voz. La suya rotunda y
sonora, alta y clara, retumbaba en el eco de la calle con los alegatos al
lagarto mucho antes de que llegaran las escamas de saquito, el tu-tu y las
perlas del esse y omo. Ese era el hombre. Secador de llagas y ulceras,
eliminaba forúnculos y las beatas de aljofifar y erradicaba para siempre los
molestos golondrinos.
Regulaba la tensión y las reglas, reducía las almorranas y
abría bocas de granos ante la admiración de
los presentes. Discretamente, mano de santo en las venéreas, purgaciones
de la Alameda.
Una mirada de Basilio, scanner y analítica en sus ojos,
bastaba para emitir el certero diagnostico que el consultante, ante los mirones
en corro, asentía con la cabeza gacha. Toda la letanía de los síntomas del
padecimiento detectado y para todos tenia la solución, como la canción.
Lo políticos no llegan a ver cual es el problema, ellos los crean
Fue una pena que Basilio no estudiara Medicina, hubiera sido
un buen medico. Cuando se marcho por los campos de heliotropos, adonde se mudó la Susona , la Encarnación podría
haber sido salvada, con otro pronostico mas acertado apenas con una mirada,
viendo lo que estaba viendo, pero el se dedicó siempre a lo que sabía hacer, curar
enfermos.
Sevilla a 20 de octubre de 2004
Francisco Rodríguez Estévez
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