lunes, 3 de marzo de 2014


Más que estilo

 

Eran unas voces casi de desesperación. No le ubicaba por la resonancia desde que lugar partía  el rotundo sonido de una voz enorme que se expandía allí dentro.

No podía dar crédito a lo que escuchaba en el silencio del desértico laberinto. Era algo desgarrado oir aquella voz de hombre  que desesperado intentaba salir. Por lo cual no le quedaba otra solución que pedirla  a puro grito buscando una salida, que  en sus luces, donde se hacia preveer que poca cera ardía, que ni podría pegar algunas plumas con las que elevar el vuelo al mas estilo icarista, en inútil intento salir de un laberinto imposible.

Por su vozarrón mas podía tratarse de algún estilita, como San Simeón en el desierto clamando un final divino para abandonar la soledad, y poder mezclarse con la multitud. Cosa difícil en este lugar de calles vacías.

Ha decir verdad  su demanda a gritos mas me parecía algo digno de Fellini. Se asemejaba su demandada puerta, quiero salir, a un personaje escapado de su Amarcord, que subido en la copa del árbol grita con desesperación “Voglio unna donna”, una salida lógica a su demencia para dejar escapar tanto tesoro genético guardado en su bolsa.

El buen hombre gritaba lo que le urgía, salir de allí, salir del silencio del desierto, confundirse con el bullido de un publico inexistente, como Simeón. Escapar del laberinto, cual Icaro, elevando su potente voz. Como el demente Teo encaramado en la copa, para llegar a gritar con la intensidad de quien, siendo de Triana, en el carajo otea lo conveniente, “Donde esta la puerta”. "Quiero salir" .Repetidas veces lanza su pregunta a los vientos de una ventilación sin filtros: " Donde esta la puerta" " Donde coño esta aquí la puerta"

Evidentemente no tenia el estilo del estilista encaramado, pero más que estilo no le faltaban razones para gritar una salida en ese laberinto. Para su suerte un indigente de los que pasan a los aseos le ayuda a encontrar la calle, aunque no dejara de hacer comentarios desfavorables acerca de la colocación de las puertas, que se pueden imaginar.

Cuando lo localicé visualmente, ya se encontraba en la mitad de la calle, no diré despotricando por que no podía oír lo que decía, pero por sus airados gestos, seria a grandes voces, donde con seguridad  comunicaba a los asombrados transeúntes su angustiada aventura dentro del laberinto, en el que solo a voces pudo encontrar la salida.

Cargado de toda razón lo del estilo era lo de menos, que podía importar mas estilo o menos, si lo que trataba de encontrar era una salida para escapar de la angustiosa trampa.
Por suerte en esta ocasión no llegó a buscarla donde la desierta calle hace parecer que existiera una puerta, lugar donde vienen a “caer” diariamente cuantas personas aplican la lógica  para encontrar aquella que quedó en olvido, y que como sabéis está en vías de solución, pues ni puedo imaginar que hubiera disparatado con el chasco.

Un nuevo grito de papel emito para cuantos saben, y cuantos ignoran, como este buen señor angustiado en su desorientación dentro del laberinto desierto de este galimatico lugar de puertas aleatorias que llaman plaza municipal de abastos de la Encarnación, que efectivamente allí falta una puerta.
Lo que no sabemos es acertar a cuanto tiempo equivale este periodo que llaman "vías de solución". Pero no creo que vuelva.

Sevilla a 3 de Marzo de 2014

Francisco Rodríguez Estévez

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