domingo, 26 de mayo de 2013

En competición

 

Si fuera cuestión de fuerzas hubiera perdido antes de comenzar. Treinta y siete años para perder, ganando. El pronóstico era fácil, la desigualdad manifiesta.

Y aunque no es por tozudez, dos años con lo mismo es demasiado, aun sabiendo que, con la que se aprecia en ambas partes, en eso estaríamos a la par,  aunque no dejo de confiar en que algún día alguien utilice la lógica, y le llegue la iluminación de que para instalar una puerta automática en lo de la Encarnación sea la razón, como el Supremo, quien dicte la sentencia. La inapelable.

No era cosa sencilla que después de tanta demora, que para construir una plaza de abastos municipal acertaran en lo de la  Encarnación, especialmente cuando todo hacia pensar que el error aparecería en cuanto le metieran mano, mas cuando con tanto silencio, hacia llegar la sospecha de que todo podía estar intencionado.

Concurso, proyecto y espacio, dígase, vanguardia, modernidad, patochada, o papanatismo, pues el hito (léase mojón) esta allí, por el momento irremediablemente, por mas que sea  transgresor, y sentenciado, dispuesto para recibir a todos los eventos y  concentraciones que quieran tomar la plaza de la Mayor indignación para la difusión de sus actos, ya sean yayos-flautas, e incluso foto-novelas. Lo que sea, pero sin utilizar la escalera de Poniente que por inútil ha quedado de momento acotada. Lo de inutilizar el puente en la nube es motivo de la seguridad.

Otra cosa es  saber si aquello  del nivel 0 es mercado municipal, o plaza de abastos municipalizada.

Cualquiera se da cuenta, una vez penetró en el laberinto, de la caprichosa distribución, cabe la posibilidad de que  incluso los responsables lo hayan advertido, pues resulta de cajón, que colocar una puerta automática  en la travesía central, se hace tan evidente como imprescindible. Desde luego que tiene que ser automática. Es la Ley.

A veces me aburre todo esto que incluso pienso en que debería de abandonar la competición, y dejar que horrores se hagan crónicos al punto de que su integración les hagan  parecer acertados.

Eso si podría ser una buena decisión  cuando en este asunto la razón, ni los razonamientos cobra sentido, ni protagonismo, mas cuando se enfrenta a la alianza de la ineptitud y la inoperancia, por lo cual  pocas alegrías me causa, considerando que puede ser un esfuerzo inútil en el que, por la laxitud con que se lleva,  no dispondría del tiempo para saborear la victoria.

Hace ya algún tiempo que escribir de lo de la Encarnación, el diario de los errores, es algo que, al no encontrar ninguna respuesta, dejé que se convirtiera en un anecdotario divertido.

Que si no, podría ser, cuantificar horrores y actuaciones, frases, compromisos, promesas, lindezas, discursos y tonterías por doquier, y comprobar como queda domeñada las escrituras con los preceptos de ecología y eficiencia energética, las de supresión de barreras arquitectónicas, y las que describen el máximo rigor con el pasado, con el paisaje, y cuando menos, lo previsto en materia de plaza municipal de abastos.

Si fuera una competición, a este contrincante, el doping quedaría de relieve, en tantos triunfos, y para acabar le arrebatarían lo conseguido con esas artes. Si fuera competición.

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