martes, 21 de mayo de 2013

La fuente del siglo XVIII, contamida por la proximidad de la construcion trangresora de uno de los elementos que soportan la cubierta de madera del conjunto llamado Metropol-Parasol. 

 
La fuente, tu fuente, nuestra fuente


Como se podría entender que se tuviera de cambiar de lugar la fuente más antigua de la ciudad. Fuente histórica. Fuente de la Encarnación, y no se le cayera la c ara de vergüenza tanto a quien la propugnan, como a quienes lo consienten.

Que interés se tiene en llevársela de su lugar de origen, y en cambio permitir que le aparecieran impunemente esos adefesios de fuentes bultos, la mitad sin funcionamiento, a juegos con los parterres deformes como “perseverancia de la memoria” en un paisaje caprichoso, con sentencia firme, y con elementos contaminantes en interpretación de LPHA.

La invasión de los pedicelos, tanto en la plaza de Regina, como en la de la Encarnación, la escalera de Poniente acotada con vallas que prohíben el uso del espacio publico destinado a la juventud, el agujero convertido en “cenote” propicio para la desventura, la rampa inversa que expulsa del hall a los visitantes, la comunicación travestida en bar, el chiringuito sin servicios de señora, caballeros y personas con capacidad disminuida, nos lleva a pensar que si fuera cierto que lo que estorba en esa colmatación de errores, rubricados por el negativo color verdoso en la aplicación del “Feng shui” de ruina, en lo que llaman plaza de abastos, como que seria un gran acierto que se empezara por retirar los elementos que transgreden y dejemos a la fuente, tu fuente, nuestra fuente, fuente histórica de la Encarnación, en la plaza de la que toma su nombre desde hace tres siglos.

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