lunes, 9 de agosto de 2010

Desde su balcon

A Ferusa se le ha muerto su señora

La noticia por inesperada sorprende. No podía imaginar que Begoña se fuera, y menos sin escribirme esa carta que sobre lo de la Encarnación tenia prometida hace tiempo.
La noticia me llega por Ferusa, que significa Rosa. Ferusa es rusa, que vino del propio Moscú cuando en las orillas del Moscova se formaban carámbanos, cuando Moscú era Moscú , y no ahora que tiene calor de Arizona, el mismo calor que dentro de poco dicen que marcará los termómetros de esta ciudad, a la que, la moscovita,( con factura de lanzadora de martillo), llegó hace años para trabajar en lo que fuera, por mas que sus estudios de licenciada en economía rusa, de las tiempos de Nikita Kruschev, de poco le podían servir tanto conocimiento socialista, en políticas ajenas del socialismo.
Cambiando los indices Nikkei y Dow Jones por un sueldecito, ejerce de cuidadora, cocinera y cuerpo de casa, dicho sea de paso de forma excelente y mayor honradez. El feliz destino la trajo a esta Encarnación, y es el mas fatídico, el que la hace más que pronto, casi de inmediato, la causa que por la que tendrá que dejarla.
Encontró una casa, un trabajo domestico. Una casa, una familia, una señora, para muchos años, al menos hasta ganar lo suficiente para volver con sus nietos a su calido Moscu.
Pero el destino dispuso otra cosa, y su señora, diabética de toda la vida, la ha dejado, como quien deja la vida, sin casa y sin trabajo, tan solo por morirse.
Durante muchos años Begoña vino a la Encarnación, justo enfrente de su casa, a realizar sus compras. Fiel cliente de la plaza de abastos, puso en Ferusa sus últimos encargos de compra diaria.
Lectora empedernida y de escritura fácil, siempre que pude le pedí que escribiera algo sobre esta Encarnación que por proximidad tan bien conocía, cientos de fotos de todos los procesos y tiempos fueron objetivos desde su balcón para regalarme el mejor documento grafico de todo lo que en el solar se iba sucediendo, pero no escribió nunca esa carta que, como periodista, seguro hubiera sido publicada.
Acaso fuera mejor así. A Begoña también le parecía aquello que crecía ante sus ojos, un horror, y ni me imagino el disparate que sacándola de quicios se le hubiera ocurrido.
Aun conservo en mi oído la risa que le causaba leer las cartas llenas de ironías que, acerca de este horror, tuvieron a bien publicarme los medios.
Su felicitación sincera en algunas que fueron mas de su agrado, y su continuo reconocimiento, junto con su cariño, por esta empresa de escribir cartas sobre la Encarnación, en la que si faltan las suya, solo fue por que no le dio tiempo la vida, pues alguna vez me prometió que la escribiría.
Ferusa pierde su trabajo, su casa, y todos hemos perdido a Begoña, acaso se haya ido, siendo de Bilbao como era, para no tener que ver, a nada de abrir la ventana algo tan horroroso, que le robaría cada mañana el Sol de los amaneceres fríos, y con lo del botellodromo la tranquila intimidad de contarle historias a sus nietos, y compartir las tardes con Ferusa, hasta que llegara el día que esta se marchara a Moscú.
Begoña se marchó con el corazón roto, posiblemente por los efectos del azúcar, pero no tengo dudas, y ella lo sabe, de que también colaboraron esas setas que bien se pudieron quedar en Alemania.
Sevilla a 9 de Agosto de 2010-
Francisco Rodríguez

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