jueves, 26 de diciembre de 2013


La parodia del cochecito
(Sentir ser libre, sin dependencia)

 

Causaba pena la cruel realidad que en imágenes puso el genial  Marco Ferreri, mas,  peor resultó ser lo que en las fechas actuales aun sucede.

Desde el lugar de trabajo donde me encuentro, se puede observar todo lo que ocurre en la calle, pues abarca una gran superficie. Me di cuenta cuando empezaron a formarse en un gran corro un grupo de personas en cochecitos que eran empujados por jóvenes voluntarios, nunca imagine que pudieran ser tantos, lo que me dio la idea de capturar algunas fotos demostrando que si estas personas hubieran optado por entrar en el laberinto de lo que llaman mercado de la Encarnación, nunca podrían hacerlo, pues las puertas de hojas, abren hacia fuera e incumpliendo la Ley de Accesibilidad ninguna es automática.

La señorita encargada de la comitiva de amplio grupo de estas personas que se quedaron sin pasos para caminar, evidentemente no se muestra receptiva y me remite que esto que pretendo esta prohibido por no se que del derecho a la imagen, cuando lo que le estaba argumentado era la exigencia de una Ley en vigor, que crea el derecho de estas personas acceder a todo edificio público.

La sorna se puso de manifiesto cuando la joven me informó de que estas personas no tenían por que entrar en la plaza, pero aun así, si quisieran, le dije, que jamás podrían hacerlo por si solas, como queda establecido en la Ley que en esta modernidad se incumple. 
En la puerta de Poniente, donde se amplia la entrada para que dos puertas de cuatro hojas conecten con un ascensor al que no he visto utilizar en los tres años, y las otras dos dispersa al publico, donde la conexión del paso interior se trasformó en bar de copas, donde la rampa no parte de este lugar, cuando lo que hace es expulsar al publico que utiliza la rampa, donde ni la entrada al pasado se proyectó con el sentido integrador de este área de distribución de las personas a los distintos destinos de la multidisciplinar ocurrencia, pues, que les digo si en una de las puertas comprobamos que si se ha instalado un sistema de abrirla de forma muy ocurrente, donde la indigencia es la que actúa como el automatismo que abre esta puerta a cuantas personas tratan tanto de entrar como salir, y con este ingeniosos sistema de apertura, tanto se ayuda el infeliz con lo que recoge en el vaso de plástico, como con su atención permite ayudar a aquellas personas que les cuesta tirar de las pesadas hojas de la puerta, mas cuando llevan el peso añadido de lo adquirido.

Pasada unas horas, de nuevo aparece la lastimosa comitiva, se acerca la hora del almuerzo y vuelven a pasar los cochecitos de estas personas que son empujadas y que nunca entraran en el mercado, aunque quisieran, y no será ahora por el automatismo de las puertas para poder cumplir la Ley de Accesibilidad, pues disponemos de un joven marginado de la sociedad, para abrirlas.
En este caso la causa será la decisión de la señorita encargada de estos ancianos que acaso esperan el final sentados, y mientras llega el momento de partir solos, solo irán a donde les lleven.

Cuando el gran Pepe Isbert, Don Anselmo en la película, consigue el cochecito toma cualquier camino para sentir de nuevo la libertad que le quita los años, pero se topa con la guardia civil, que haciendo cumplir la Ley, lo llevan al cuartelillo, pues la familia había denunciado su desaparición. En el fundido final nuestro personaje dice, pero ¿me dejaran el cochecito en la cárcel?
http://www.youtube.com/watch?v=Vw-CraEap-0
Sevilla a 26 de Diciembre de 2013

Francisco Rodríguez Estévez

 

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