
En la azotea
Se dio la circunstancia de que por olvido tuve que volver al centro, y me
propuse hacerlo caminando a pesar de la distancia, ya que era algo que apetecía en este soleado día entre
festivos. Apenas si había algún viandante por intramuros, pero a nada llegar a
San Pedro, apareció un bullicio inusual, a tope ocupando los veladores de los diversos
bares, y el atasco de coches que se formó en un momento, le daba a la calle un buen
ambiente, todo, hasta que, (mientras esperaba mi café en el mostrador del bar)
aparecieron dos motoristas para formar un tapón circulatorio, que se vio agravado por un atropello,
posiblemente causado por la impaciencia. Cruzar, o esperar.
El resultado fue leve, mas de susto, pero parecía mentira que
un instante allí se formara tal aglomeración de público expectante, y curioso,
que la calle quedó “acolapsada”, como la mismísima palmera.
La prisa me hizo desistir, a pesar de la curiosidad, de ver
como los agentes resolverían la situación que se había causado, en parte por
hacer maniobrar a un coche, cuando el
sentido común hubiera sido facilitarle la salida.
En la Encarnación
el bullicio se hacia palpable en la plaza de los parterres deformes, una vez
mas ocupada por kioscos que ofrecen diversas mercancías, comestibles y bebidas.
Ni que decir tiene
que observando a las personas, se diría por los chaquetones en manos, y bolsas
que portan en su mayoría, que son muchas las venidas de la provincia, e incluso
de otras provincias, visitando esta ciudad y estando las setas en pleno centro
pues, hasta sin querer, queriendo, tienen que toparse con ellas.
A la vuelta, ya sin prisa, cuando aun el Sol mantenía los últimos
rayos sobre el parasol, me tentó la curiosidad de subir a la azotea, espacio
creado para eventos juveniles. No funcionaba la escalera mecánica, pero
animosamente subían muchas personas en su mayor numero en posible edad dorada, otras penosamente cargando con los carritos de
los más pequeños, pues, era allí, en la azotea, donde se les ofrecía distintos
cacharritos, y junto a otros kioscos con ofertas similares, una blanca pista para
patinar.
Cierto que allí había gente, pero no alcanzaba a la cifra de
cuando los indignados, si acaso solo un tercio de ocupación, pues tanto la parte Norte
estaba desangelada, y la escalera de poniente se encontraba vallada. División
de opiniones en los cometarios escuchados entre risas una vez se ha llegado arriba,
en especial cuando descubren que la azotea, es solo una azotea, y desde ella no
se puede hacer otra cosa que subir escaleras y bajar escaleras.
La luz del ocaso se aceleraba, y en pocos minutos se empezó
a acercar la oscuridad. Cambiaba el turno de los visitantes, cuando se
marchaban los padres con los pequeños, y por Regina aparecían grupos de
adolescentes. En la primera encrucijada, camino de vuelta, apenas me cruzaba
con ninguna persona.
A partir de esta las calles vuelven a estar vacías, son
calles céntricas de nulo interés para los visitantes. Bares vacíos, tiendas vacías,
y supermercados sin apenas público. Llego a extramuros. En el barrio se nota el
puente en los aparcamientos.
Cierto que solo llegue hasta la Encarnación , debo de
imaginar que las calles céntricas, mucho mas comerciales estarían llenas a rebosar de viandantes,
y es mas que posible que las tiendas estuvieran haciendo ventas mejoradas, con
todo el personal foráneo que están disfrutando de esta ciudad de Sol y cielos
azules, aunque lleven los chaquetones en los brazos, y las bolsas de mano, y
los bolsos en bandolera. A nada que se enciendan las luces les confortara ponérselos cuando se aprecie el fresquito.
En la azotea a que
negarlo, había un ambiente familiar, gracias a la benigna climatología que nos
ha regalado esta festividad de la
Purísima , que llenará de tunas esta noche especial de nuestra
ciudad. Nadie quita que algún tuno acabe en la azotea.
Sevilla a 7 de Diciembre de 2013
Francisco Rodriguez Estevez
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