sábado, 7 de diciembre de 2013


En la azotea

 

Se dio la circunstancia de que por olvido  tuve que volver al centro, y me propuse hacerlo caminando a pesar de la distancia, ya que era algo que apetecía en este soleado día entre festivos. Apenas si había algún viandante por intramuros, pero a nada llegar a San Pedro, apareció un bullicio inusual, a tope ocupando los veladores de los diversos bares, y el atasco de coches que se formó en un momento, le daba a la calle un buen ambiente, todo, hasta que, (mientras esperaba mi café en el mostrador del bar) aparecieron dos motoristas para formar un tapón circulatorio, que se vio agravado por un atropello, posiblemente causado por la impaciencia. Cruzar, o esperar.

El resultado fue leve, mas de susto, pero parecía mentira que un instante allí se formara tal aglomeración de público expectante, y curioso, que la calle quedó “acolapsada”, como la mismísima palmera.

La prisa me hizo desistir, a pesar de la curiosidad, de ver como los agentes resolverían la situación que se había causado, en parte por hacer maniobrar  a un coche, cuando el sentido común hubiera sido facilitarle la salida.

En la Encarnación el bullicio se hacia palpable en la plaza de los parterres deformes, una vez mas ocupada por kioscos que ofrecen diversas mercancías, comestibles y bebidas.

 Ni que decir tiene que observando a las personas, se diría por los chaquetones en manos, y bolsas que portan en su mayoría, que son muchas las venidas de la provincia, e incluso de otras provincias, visitando esta ciudad y estando las setas en pleno centro pues, hasta sin querer, queriendo, tienen que toparse con ellas.

A la vuelta, ya sin prisa, cuando aun el Sol mantenía los últimos rayos sobre el parasol, me tentó la curiosidad de subir a la azotea, espacio creado para eventos juveniles. No funcionaba la escalera mecánica, pero animosamente subían muchas personas en su mayor numero en posible edad dorada,  otras penosamente cargando con los carritos de los más pequeños, pues, era allí, en la azotea, donde se les ofrecía distintos cacharritos, y junto a otros kioscos con ofertas similares, una blanca pista para patinar.

Cierto que allí había gente, pero no alcanzaba a la cifra de cuando los indignados, si acaso solo un tercio de ocupación, pues tanto la parte Norte estaba desangelada, y la escalera de poniente se encontraba vallada. División de opiniones en los cometarios escuchados entre risas una vez se ha llegado arriba, en especial cuando descubren que la azotea, es solo una azotea, y desde ella no se puede hacer otra cosa que subir escaleras y bajar escaleras.

La luz del ocaso se aceleraba, y en pocos minutos se empezó a acercar la oscuridad. Cambiaba el turno de los visitantes, cuando se marchaban los padres con los pequeños, y por Regina aparecían grupos de adolescentes. En la primera encrucijada, camino de vuelta, apenas me cruzaba con ninguna persona.

A partir de esta las calles vuelven a estar vacías, son calles céntricas de nulo interés para los visitantes. Bares vacíos, tiendas vacías, y supermercados sin apenas público. Llego a extramuros. En el barrio se nota el puente en los aparcamientos.  

Cierto que solo llegue hasta la Encarnación, debo de imaginar que las calles céntricas, mucho mas comerciales estarían llenas a rebosar de viandantes, y es mas que posible que las tiendas estuvieran haciendo ventas mejoradas, con todo el personal foráneo que están disfrutando de esta ciudad de Sol y cielos azules, aunque lleven los chaquetones en los brazos, y las bolsas de mano, y los bolsos en bandolera. A nada que se enciendan las luces les confortara ponérselos cuando se aprecie el fresquito.
 En la azotea a que negarlo, había un ambiente familiar, gracias a la benigna climatología que nos ha regalado esta festividad de la Purísima, que llenará de tunas esta noche especial de nuestra ciudad. Nadie quita que algún tuno acabe en la azotea.

Sevilla a 7 de Diciembre de 2013

Francisco Rodriguez Estevez

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