Mi tiempo
Hasta que no llegó la fase uno no vino el calor. El
confinamiento se pudo llevar con sobriedad gracias a una primavera destemplada,
de días nublados en su mayoría.
El calor ha llegado con la mascarilla, y
resulta que con tantas reuniones de responsabilidad para la desescalada polietápica de la pandemia,
acaso nadie advirtió que en Sevilla hace calor, pero calor de verdad, como para
fijar franjas de horarios para meramente salir. Señorias estas no son horas.
Mi trabajo me lleva tener que salir muy temprano, hasta hace poco casi de
noche, noche solitaria de pàndemia, ahora con la
radiante claridad del amanecer, y
exceptuando el primer día de la desescalada que por decenas aparecieron
deportistas del postureo “runnig”, corriendo para ser visto, por contra en estos días con
mañanas tan agradables de sudar apenas veo ningún deportista. Son las seis.
En los primeros días de franja horaria para los menores, la
sensatez de las madres prefería dejarles en casa antes que salir a la calle. Y aquellos calificados como mayores vulnerables pues, de siete a ocho, una horita que
lo más razonable sin duda era evitarla. No son horas.
Mí tiempo, ese que me gustaría disponer, como abuelo de
niño, paseante de mascota, corredor de marcha, o ciclista de carril, como las
almejas, lo paso en un trabajo calificado de necesario, y bien necesario, de no
ser así, ni me imagino, el cierre.
El caminar hace bien mas por no coger el
servicio público que no compensa, con las distancias del lugar en que se toma,
el tiempo de espera, sin marquesina, y donde te deja, solo tienes la opción que hace
tomar una caminata, un paseo en tiempo fresco, aun agradable con la fresquita ,
y un suplicio de retorno, que con
la máscara en el rostro desde el primer día, mascara hospitalaria que me coloco
desde muy temprano, que solo se retira para tomar un frugal desayuno, la misma
que bajo el implacable Sol de la vuelta la llenas del sudor que resbala por la
cara en esa media hora, de cansinos pasos, en la que a veces hay gente, pero que hoy con tanta calor no había
nadie.
Mi tiempo no tiene franja horaria, la he vulnerado pocas
veces en todo este periodo monacal que me ha llevado el confinamiento
responsable.
Es el mismo calor de estos días de
avanzadilla de verano, lo que hace que nada apetezca salir a la calle,
salvo fuerza mayor, y esperar las largas horas que lentamente van pasando
esperando que se retire el Sol y que alguna brisa refresque la calle de un
asfalto aun caliente. Hoy tengo decidido
salir.
Si no hiciera tanto calor en esta franja horaria para niños,
que por el silencio reinante en la calle y los huecos dejados por los que cogen
carretera se diría que se los llevó el flautista.
No son horas. Lo peor será
que cuando sea posible salir al calor de la calle, el super habrá cerrado, y
aun peor, no tengo que comprar nada que me haga falta.
La semana próxima espero que baje algo la temperatura pues
las citas de las periódicas revisiones que me cogió en el estado de alarma, las
tengo prevista como nuevas citas, podólogo el miércoles, urólogo, el jueves, cardiólogo
el viernes. Posiblemente el martes me avisaran para recoger las gafas nuevas, ya
que perdí las mías. Y todo en franja de horario de niños. Aun me queda la odontóloga, el neumólogo, y el médico
de familia. No son horas.
En esta fase uno que
se acaba no tuve mi tiempo, en la fase dos, marca la misma pauta y no dejo de
preguntarme ¿Qué se han creído que puedo hacer desde la 19 horas a las 20 horas
en la calle, cuando 30 grados centígrados? Evidentemente es temperatura de ducha que es lo que voy a
tomar por el momento a la espera de la nocturnidad sabatina, que vulnere la disposición
impensada y caprichosa que no establecieron criterios acertados, por lo que me
hace transgresor. Y tras el paseo me tome una cervecita posiblemente en mi
terraza.
Para el rebrote tengo perrita………..y reloj.
Sevilla a 23 de Mayo de 2020
Francisco Rodriguez
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