lunes, 1 de octubre de 2012

Mis dudas




Era temprano, pero llegaba tarde. No me quedó otra que soportar, de entrada, que el bicho me impregnara con su bajío el rebequita. Oler a olor.

Cuando llegué a la barra del bar, pedí un reconfortante desayuno para paliar el efecto de la caminata. Aun en ayunas, me llegó de sopetón una advertencia indeseada, no me esperaba que tuviera que tragarme el exabrupto que procedente de otra boca me lanzara. “Debes de saber que esos sinvergüenzas se están riendo de ti, o acaso no eres capaz de advertir que no te echan ninguna cuenta, y que nunca van a abrir la puerta que tu quieres, aunque sea buena para todos, y lo de la estatua ni lo sueñes”

No podía dar crédito a lo que escuchaba, y de inmediato tuve que responderle a este interlocutor sorpresa, que lo mismo se que me tiene un cariño que tengo que agradecer, pero no estoy de acuerdo con el, de ninguna de la maneras, que para referir, la actitud que a su parecer muestran en esto que me ocupa tanto D. Gregorio Serrano, como D. Mariano Peláez, evidentemente resulta que no eligió la calificación apropiada, pues se trata de dos personas a las que tengo en alta consideración, están suficientemente preparadas, y gozan de mi respeto.

Es posible que la advertencia, por amistad resulte equivocada, pues acaso el ignorante hace juicio de valor, y desconoce que lo de puerta es un asunto de tal calado, de tal dificultad, y de una complejidad máxima por lo que no puede tratarse a la ligera como se pueda pensar, pues requiere de un concienzudo estudio, y un posterior calculo de lo costos, cosa que como es natural que necesita de su tiempo, y no hay que tener prisa, pues veinte meses, en estas cosas tan delicadas, no parece que sea suficiente.

Por nada del mundo puedo creer que no me estén echando cuenta en este asunto en el que tienen tanto Gregorio, como D. Mariano, puesto su interes personal, y además de que ambos empeñaron sus palabras, por lo que tengo el convencimiento que están muy comprometido por encontrar la mejor solución.

Como cabe imaginar ni se me ocurre pensar que estas personas a las que tengo brindada mi amistad, a las que aprecio y estimo, y a las que considero, que puedan, ni de broma, obrar de esa suerte, no para reírse de mi, pues no les creo, por su probada seriedad, capaces de hacer, eso con nadie.

Mis dudas se centran el que lo mismo no tienen la oportunidad tan clara, como creeemos y queremos, para devolver a su lugar esta Diosa de los placeros de la Encarnación, pero tengo la seguridad que retornará, si o sí.

Pero en los demás asuntos se me disipan, solo que sea una realidad indeseable tal comentario aviso de quien me lo hizo en ayunas, de quien me tiene cariño demostrado y le molesta que yo siga confiando en unos sinvergüenzas que se estén riendo de mi. Cosa que no hago.

Sevilla a 1 de octubre de 2012

Francisco Rodríguez Estévez

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