martes, 9 de octubre de 2012

De niños




En más de una ocasión he sentido que lo de la Encarnación hace mucho que dejo de ser algo que se tomara en serio, siendo tan serio. Mas parecían bromas, ¿Qué si no, puede ser una provisionalidad de treinta y ocho años?

Que macabra guasa es esa que deja reducido a treinta ocho placeros el contingente que tuvo que abandonar una plaza municipal de abastos, que por cierto, era en parte publica.

Donde estuvo, la siempre ausente, seriedad necesaria para impedir que las cuentas de los placeros siempre se las hicieran otros.

Ni un niño permitiría que le escogieran otra cosa distinta de lo que el quiere cuando tiene las ideas claras, no será fácil cambiárselas, por el contrario los placeros durante muchos años sumidos en los terrores nocturnos de los sueños pierden todas las ganas de los propios deseos, y le “construyen sueños”. Ya ven, los efectos de la hipnosis.

Ahora bajo las estructuras de los escorzos del pino finlandés, la risa es encontrar la salida, buscando la puerta. Cosa de niños.

A que jugamos ahora, con tanta modernidad, si el engaño no puede abrir las puertas que harían falta para ser serios en este asunto, y dejar por lo menos una vez, en tantos años, de tener comportamientos infantiles, a los que desde el primer momento a las llamadas autoridades, y también servidores públicos, e incluso responsabilidades, les iba de perilla.

Hoy, a lo de la puerta la han convertido en una cuestión tan absurda e inexplicable que ni los niños pueden entender, por cuanto ellos siempre dicen la verdad, como los borrachos.

Tomarse este asunto en serio, en este caso, parece ser que por serio, solo parezca una broma. ¿Se abre la puerta? Por el momento no tenemos respuesta, por mas que en los silencios, como pueriles enfados, parezca cosa de niños, pero no es verdad.

Sevilla a 9 de Octubre de 2012

Francisco Rodríguez Estévez

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