lunes, 19 de noviembre de 2007

Palabras de Paris

La monda.

En ocasiones me llegan noticias que son la monda, aunque no aparezcan publicadas como las de Le Monde, que no es la monda. Que pequeño es el mundo. Sucedió que cuando “aquello” era apenas tres paneles y una maqueta lo llevaron a Nueva York, parafernalia al canto, con libro editado y ágape de recepción para que los medios del mundo mundial recogieran semejante noticia. Todo un éxito.
Pero tan cierto es, como lo que han plantado, que este beneplácito no estuvo en los champiñones, sino en las bandejas de pata negra. Suele ocurrir que esta, al contrario que la mano, se transfigure en los eventos, y en lugar de meterse, obra como la de Santo engrasando indicases. Sana, sana, patita de rana.
Pero el camarero neoyorquino, que era de Sevilla, tuvo a bien convertirse en insólito reportero de la atracción culinaria del evento, donde las infiltradas laminas que brillaron no fueron las del poliéster revistiendo la madera de una cubierta, sino las que procedían de la colgadura de la tomiza, desprendiendo aromas de Aroche. El mundo es un pañuelo.
El informador, nacido en la Puerta de Osario, cochera de tranvías, refugio de tanto sevillanito que viene al mundo, cuando el caserío se desploma y derriba en continuas reencarnaciones de esta Hispalis inacabada, (que no hay dios que la guarde), no tuvo mas remedio que coger el camino de la gran bretaña, y con la lección bien aprendida, “my pénsil is strong”, cogio el vuelo para hacer las Américas, para acabar, después de múltiples actividades, como restaurador en el moderno y famoso museo, (pero no por la habilidad con su strong pénsil), ejerciendo de camarero, y añorando una Sevilla de la que se fue, pero que idealiza como aquellos tantos nos quedamos, porque esta, también se nos está yendo a todos.
La Encarnación de mis carnes, la que nos dejó, tal vez como el camarero para siempre, sus males no tiene, como la copla, ni contigo, ni sin ti, el remedio. Unos por que la matan, otros, que si te vi no me acuerdo, lo cual hace que desde “el mundo francés”, nos llegue esa reflexión, acaso sea por los orígenes gabachos de esta plaza, y si me apuran por la relevancia de este enclave, al que había que cuidar con mimo, pero que se obvia y sustituye el encanto de sus historias por la pretenciosa idea germánica, por cierto nada actuales si se comparan con “El sueño arquitectónico” de otro alemán, Erich Ketteluht, realizado nada menos que en 1925, y por supuesto nada sostenible, pues carece de los elementos primordiales para ello, en especial el aprovechamiento de las energías renovables, como la solar, que siguen olvidando por más que se le recuerde. Y eso si que es la monda.

Francisco Rodríguez Estevez
Sevilla a 14 de Abril de 2007

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