sábado, 10 de noviembre de 2007

Lacara de marmol

El rostro

Ninguna prueba material de su existencia tenemos de aquello, cuando todo era como el viejo puente que salvaba el aljoli, hecho de palos podríos. Era aquel un tiempo sin ciudadanos ni ciudadanas en estos bordes marismeños, pues la ciudad, en su concepto tardaría algunos siglos en llegar a este fértil valle, pues las primeras que se crearon lo hicieron como ciudad- mercado, dice mi diccionario enciclopédico, que se fundaron en los valles del Nilo, del Jordán, del Eufrates, del Tigris, y en los ríos de China.
De lo que no hay duda es de que en esta orilla y en aquella, donde los ciudadanos y ciudadanas del charco y del barrizal tuvieron que ser los mosquitos y las ranas, proliferaron los palafitos, como adosados unifamiliares, para que las efímeras chabolas fuera una constante en el ADN del ciclo vital de su existencia.
Luego siguió la Historia. Pero pocas pruebas se tenían de un largo periodo, por eso cuando apareció la plumilla, como que daba la sensación de que tal vez hubo un tiempo que esta ciudad hubiera sido la de los pájaros, no en vano también lo fue de picaros. Acaso la evidencia estaba negada, pero las esperanza aumentaron cuando lo de la raspa de barbo, donde las conclusiones sacarían de dudas y datarían la fecha de fundación, de esa vida que llenó tanto vació, a menos que fuera Feles, antecesor de Emblemático y Peligro el que se zampara los lomos del ciprinido.
De que aquello era una ciudad, todos no, pero muchos estábamos seguro mucho antes de lo de rampa. Así fueron apareciendo, iglesia, palacios y convento. Luego madraza y almacenes y casas, y finalmente horno, cerámicas, pavimentos, pinturas, fustes, capiteles, ladrillos, basa, muros, alcantarillas, tiendas, almacenes de salazones, solo faltaba el hombre.
Todos hubiéramos preferido que también hubiera aparecido uno de fémina, con lo bonito que resultaría la mujer de la Encarnación, tal como una vestal, como una vendedora del mercado, como una vecina del corral del cuatro o del ocho, y decir aquello de, ciudadano y ciudadana, con nosotros, el hombre de Regina y la mujer de Encarnación, en el acto de su presentación. Pero solo se nos mostró el ciudadano desconocido, el rostro de la ciudad de las personas, con cara propia. Al verle no quedaba duda, pues estaba allí, donde los estratos de la Encarnación, de esto hacen 2006 años. El retrato realizado con la polaroid de macael , confirma que esta ciudad de ciudadanos y ciudadanas, hace muchísimo tiempo que no es madriguera de sabandijas, aunque existan, ni cubil de cannis , que los hay, ni nidal del sison, que nunca falta, ni cueva, ni agujero de roedores, que son plagas. Su faz desvela, para que no quede duda, que desde hace dos mil seis años, esta es una ciudad de personas. Por mas que algunos tengan por creencia, lo que dice la propaganda. Será animal.
Sevilla Agosto de 2006
Francisco Rodríguez Estevez

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