jueves, 22 de noviembre de 2007

En la radio

Desde las ondas

Me invitaron a una tertulia radiofónica, para hablar de “La Trinidad”, pero irremediablemte, acabé haciéndolo sobre lo de “la Encarnación”. Dos misterios. Cuarenta minutos que pasaron volando en los que faltaron tantas cosas que decir, que ni decir tiene, que para la próxima no confiaré en la memoria, y menos cuando los misterios se mezclan, y los pros de uno son contras del otro. El clásico si pero no de la dualidad de esta callada mariana.
Vete a saber por que causa, si para la fábrica de vidrios de “la Trinidad”, no se pueden cambiar las reglas del juego de este “monopoly”, antes “Palé”, de mesa y tapete, en la Encarnación, esto no supone ningún problema.
Es cierto que para muchísimos habitante de esta cosmopolita gran ciudad, tanto lo de la Encarnación, como lo de La Trinidad, sigan siendo misterios, pues ni recordaran la fabrica de vidrios, ni habrán conocido la plaza de abastos. Pero tan sabido es el desconocimiento, como las certezas de la importante relevancia que tuvieron estos enclaves de trabajo, fábrica y comercio, para esta ciudad.
La Encarnación (1820) considerado en su día como el mayor de los mercados, La Trinidad, (1900), la primera cooperativa laboral, fueron edificios verdaderamente emblemáticos. En la Encarnación ahora hacen setas, a todas luces inapropiado enclave, en detrimento del gran mercado demolido, en “La Trinidad” donde todavía podemos ver la belleza de su edificación, parcialmente protegido, parte con ventajas en el juego inmobiliario. Como pocos conocen ni su pasado, ni el futuro, parece que interesa que prevalezca la ignorancia, y que nadie se pregunte porque la Encarnación sufre una demora que alcanzará los siete lustros, para que le aparezcan esas setas,( o lo que sean), desmedidas y enormes, fuera de toda integración en el paisaje, y eso que la calle Imagen se las trae, y el edificio municipal desafectado por el concurso no digamos. Pero todo esto sucede por que esta es ciudad de personas que se dejan construir los sueños.
Nadie se pregunta los motivos para derribar parcialmente, mutilar irreparablemente, (antes partía que doblá ), esta Trinidad del ayer que nos quedó en pié, estoica, cuando se está volviendo a una movilidad de cuando allí se soplaban vasos, y a esta vieja fabrica se le niega el derecho a existir. Dicho sea de paso, que se trata de un bellísimo edificio, al que con afianzarle su futuro mejor, llenaría de vida nuevamente al barrio, a la ciudad, si es que logramos salvarle de una picota, que como la de pinocho crece, y se alarga, y se alarga, y se alarga. Por eso lo de la Encarnación llegará hasta los treinta y cinco años.
Sevilla a 22 de Noviembre de 2007
Francisco Rodríguez Estévez

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