miércoles, 21 de noviembre de 2007

El recuerdo del "tiovivo"

Las voladoras

La primera impresión al ver aquello, que con las claritas del día ocultaba en cada paso la negra despedida de una noche fría, y que por más que verlo, aquello me causara lo que fuera, no dejaría de ser solo una anécdota, una sensación personal, en todo el trasfondo. Tuvo que ser un amigo quien me vino a decir que si lo importante es el mercado, cualquier impresión que aquello pudiera producir al contemplarse sería algo sin importancia, para algo tan importante, que no es precisamente su diseño, ni su cuestionada vanguardia, ni su dudosa funcionalidad, ni tan siquiera su desmesurado costo. ¿Pero donde está ese mercado?
Dicen que cuarenta puestos, del mercado provisional, quedaran integrado en el proyecto de mercado emblematico, y como que suena raro, nombre tan grande, para algo que resultará tan pequeño.
El caso es que en la fresquita del amanecer, de este día después de su implantación, o izado y ver “aquello” que distorsionaba toda idea anteriormente publicitada en exposiciones y recreaciones virtuales, pues apenas superado lo que me temía, me pareció al instante encontrar en el almacén de los recuerdos nada menos que a las voladoras de una calle del infierno degrada en los fangales y polveríos, allá por la Catalana, donde colgaban de cadenas sus columpios.
Vertiginosos giros de las voladoras, voladoras de plaza de Cuba, voladoras de la gran plaza, y de la plaza de los carros. Voladoras de veraniegas veladas, voladoras de la Encarnación, vela de sombras, donde giran y giran tantas cosas que, como la primera impresión, al meollo del asunto, la plaza de abastos, la dejaron para encabezar un nutrido anecdotario.
Cierto es que los transeúntes dan opinión en voz alta. Acaso tendrán sus motivos cuando unos aplauden, mientras otro se ríen, ante aquello que en la nublada mañana tuvo estreno de paraguas, siendo ideado para el Sol, mientras el metropol se diluye como colada por el bajante, viendo este “ochico”, dulce típico de Viernes de Dolores, “ochico” cubano, chicanne de un scalectrix tamaño del disparate del ocho que trajo a este enclave misterios del Caribe paso a paso, Via Germánico, Via Cómodo aparcamiento en Adriano, y caminar de Via Venetto a Via Trajano con salida en Alameda, ¡Ay Alameda!, vía y catenaria del tranvía. Cuando de siempre la Encarnación que se va cuando viene, misterio que muere y resucita, en la encarnadura que, con tripas de la Encarnación, le diera, junto al de la Sangre, su autor, pero que el de esta Encarnación de mis carnes, caso cerrado hasta Pentecostés, será para los mortales un misterio sin resolver.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla a 31 de Marzo de 2007
Paraguas en la Encarnación

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