viernes, 9 de noviembre de 2007

¡Ay,Alameda!,que pollo

El pollo montado

Resultó ser algo inesperado, pero temía que en algún momento podría suceder. Si hace unos días fue lo de la foto, lo del día de la Purificación, por increíble, no tiene calificativo. ¿Qué pensaran si les digo que me han hecho llegar algo más de un kilo, del tiron? Será algo que guardaré a buen recaudo para echarle mano cuando las circunstancias lo requieran.
Su entrega tuvo lugar en la misma plaza de abastos, justo delante del puesto de pollos. Un sujeto de gafas pequeñas, reservado en su lobo marino y con gorra de mil singladuras, de esos que andan a sus anchas por las calles más sórdidas de la ciudad, puso en mis manos, casi sin palabras, aquel paquete cuadrado que llevaba bajo el brazo.
Venia dentro de una bolsa de plástico, envuelto en papel de periódico de los que regalan, tenia forma de azulejo cerámico lo que parecía ser una caja, al abrirlo, pude ver, como cubierta por una extraña piel de cerdo, la pasta. En su interior una nota que decía “No vayas a creer que es gratuito”.
Todo un enigma.
Llegué a pensar que era algo que no me correspondía, pero en su interior estaba escrito mi nombre, los dos apellidos, y la dirección correcta. Discretamente, tal como vino, el dador de esta entrega en mano, como un servicio puerta a puerta, se marchó, sin tener que firmarle el comprobante de su entrega. Y allí quedé con “aquello” en mis manos, lo que equivalía con su aceptación, de que me había metido en el pollo montado.
Me llega este magnifico regalo de la mano de uno de sus valedores que ha tenido a bien, tenerme un reconocimiento en el capitulo dedicado a la Encarnación, pues como habrán advertido “El Pollo Montado”, es un libro, un compendio de mil y una historia, de las mil y una peripecia que las administraciones, con sus continuos “desajustes”, obligan a realizar a los ciudadanos que no están dispuestos a reír gracias, ni permitir ocurrencias, ni cambiar, y mucho menos por la fuerza. Si acaso, como los que tocan pelo, una visa oro, puede ser que ayude a replantear un “modus vivendi”, que a estas alturas ya cansa.
El gran pollo, pesa algo más de un kilo, y eso que nació de un solo huevo, pero pesará en las conciencias de muchos que le sobran kilos, pero sin huevos. Es un documento testimonial que tiene la delicadeza de ofrecer un capitulo a esta Encarnación de mis carnes, (a la que solo roza en la tangente de su ámbito), llenando varias paginas con un amplio parecer de lo ocurrido en esta plaza de engaños, que si no fuera por lo serio del asunto, parecería un chiste. Menudo pollo.
Francisco Rodríguez Estevez
Sevilla 3 de Febrero de 2007

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