jueves, 2 de enero de 2014




 
Empezamos 

El segundo día siempre es el primero. Ni que decir que al salir gris, tal como si hubiera resultado espléndido, el silencio se había apoderado de la calle, y en la desértica, donde pacientemente aguardaba la llegada del público, era decepcionante que  el primer paseante lo hizo cuando llevábamos tres horas expectante de la ansiada llegada de los posibles clientes, pero que lamentablemente no pasaba un alma. ¡Esa puerta!
 
Suena el teléfono y el primer cliente hace el pedido para debutar en este año del caballito de madera. Año en el que al  desayunar tuvo noticias sobre hacemoslosimposible, cosas de dinero. Todo se hace posible con dinero. He llegado a pensar que lo mismo para cumplir la Ley también haga falta, lo cual debe de ser un mal pensamiento.

La venta ha comenzado tranquila, poco a poco,  tan imperceptible que casi diría que siendo tan baja no se alcanzará la cifra prevista, y evidentemente la venta no es como un presupuesto que realizado a la baja, siempre, ya sea tarde o temprano le aparecerán las modificaciones al alza.

Suena de nuevo el teléfono, es la emisora de radio que quiere conocer la opinión que puedo tener acerca de las ventas. Ni me explico como pueden interesarse por la que llego a expresar desde este lugar que, siendo un error garrafal, no deja de ser un sitio tan anticomercial, que no se llega a entender como no se le aplican las mejoras posibles, para hacer lo imposible por conseguir ventas que por el momento no se consiguen. Aun, dicen, se busca a la responsabilidad y sus palmeros.

Atiendo a unos turistas y escucho la ronca voz  al pasar, de un hombre de edad, va acompañado posiblemente de una mujer que pueda ser su señora. Su atuendo y su aspecto le hacen parecer provinciano, pero desde luego demostró ser un individuo inteligente, cuando espetó  la rotunda frase, ¡Hay que ser tan tonto, como que no pusieron aquí una puerta!

Avanza el día, y la ausencia de clientes ha permitido ir realizando tareas que teníamos atrasada. Un buen augurio me llega en esta primera mañana en la que viene a visitarme Matilde, hacia nueve años desde que por última vez fui a su casa en "Los Pajaritos". Eso era cuando la vaca loca me hizo por un lustro, cobrador de muertos.

Ni que decir tiene que era otro tiempo, donde bastaba empujar la puerta para entrar y tomar un cafelito en casa de Matilde, pues en la confianza de entonces tenia la puerta abierta, se diría que a todo el mundo. Hoy para entrar en esta de la Encarnación ha tenido que dar una amplia vuelta, y venir acompañada, pues le hubiera costado encontrarme en este laberinto. En casa de Matilde siempre que iba estaba preparado el café.

Hace nueve años que pasaron rápido, tanto, que me ha dicho que me encuentra igual, tal vez mejor, me ha ratificado, pero la verdad es que nueve años no pasan en balde para nadie, y pasan para todos, incluso para la puerta de esa casa pintada en gris clarito, que ahora se cierra, y en la que  cada mes pasaba con solo empujarla para tomar un café con la excusa de cobrar un recibo.

Hoy, siendo el segundo, este primer día, me ha traído buenas vibraciones, solo por recordar aquel difícil tiempo del que pude salir, cuando empezaba el siglo.

Sevilla a 2 de Enero de 2014

Francisco Rodríguez Estévez

 

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