El segundo día siempre es el primero. Ni que decir que al
salir gris, tal como si hubiera resultado espléndido, el silencio se había
apoderado de la calle, y en la desértica, donde pacientemente aguardaba la
llegada del público, era decepcionante que el primer paseante lo hizo cuando llevábamos
tres horas expectante de la ansiada llegada de los posibles clientes, pero que lamentablemente
no pasaba un alma. ¡Esa puerta!
Suena el teléfono y el primer cliente hace el pedido para
debutar en este año del caballito de madera. Año en el que al desayunar tuvo noticias sobre
hacemoslosimposible, cosas de dinero. Todo se hace posible con dinero. He
llegado a pensar que lo mismo para cumplir la Ley también haga falta, lo cual debe de ser un
mal pensamiento.
La venta ha comenzado tranquila, poco a poco, tan imperceptible
que casi diría que siendo tan baja no se alcanzará la cifra prevista, y
evidentemente la venta no es como un presupuesto que realizado a la baja, siempre,
ya sea tarde o temprano le aparecerán las modificaciones al alza.
Suena de nuevo el teléfono, es la emisora de radio que quiere
conocer la opinión que puedo tener acerca de las ventas. Ni me explico como
pueden interesarse por la que llego a expresar desde este lugar que, siendo un error
garrafal, no deja de ser un sitio tan anticomercial, que no se llega a entender
como no se le aplican las mejoras posibles, para hacer lo imposible por
conseguir ventas que por el momento no se consiguen. Aun, dicen, se busca a la
responsabilidad y sus palmeros.
Atiendo a unos turistas y escucho la ronca voz al pasar, de un hombre de edad, va acompañado posiblemente
de una mujer que pueda ser su señora. Su atuendo y su aspecto le hacen parecer
provinciano, pero desde luego demostró ser un individuo inteligente, cuando
espetó la rotunda frase, ¡Hay que ser tan
tonto, como que no pusieron aquí una puerta!
Avanza el día, y la ausencia de clientes ha permitido ir
realizando tareas que teníamos atrasada. Un buen augurio me llega en esta primera
mañana en la que viene a visitarme Matilde, hacia nueve años desde que por última
vez fui a su casa en "Los Pajaritos". Eso era cuando la vaca loca me hizo por un lustro, cobrador
de muertos.
Ni que decir tiene que era otro tiempo, donde bastaba
empujar la puerta para entrar y tomar un cafelito en casa de Matilde, pues en
la confianza de entonces tenia la puerta abierta, se diría que a todo el mundo.
Hoy para entrar en esta de la
Encarnación ha tenido que dar una amplia vuelta, y venir
acompañada, pues le hubiera costado encontrarme en este laberinto. En casa de
Matilde siempre que iba estaba preparado el café.
Hace nueve años que pasaron rápido, tanto, que me ha dicho
que me encuentra igual, tal vez mejor, me ha ratificado, pero la verdad es que
nueve años no pasan en balde para nadie, y pasan para todos, incluso para la
puerta de esa casa pintada en gris clarito, que ahora se cierra, y en la que cada mes pasaba con solo empujarla para tomar
un café con la excusa de cobrar un recibo.
Hoy, siendo el segundo, este primer día, me ha traído buenas
vibraciones, solo por recordar aquel difícil tiempo del que pude salir, cuando empezaba
el siglo.
Sevilla a 2 de Enero de 2014
Francisco Rodríguez Estévez
No hay comentarios:
Publicar un comentario