viernes, 3 de enero de 2014

Cuenta cuentos
 
A la princesa de cuento azul, de las cuentas rosas, le han dicho que diga  lo que caperucita le dijo al lobo cuando este, metido en la cama de la abuelita, intentaba, haciéndose pasar por la ancianita, engañar a la criaturita: “Abuelita, abuelita, que boca mas grande tiene”.
Pero eso era en el “cuento del lobo” y sus “cuentas”, algo que ahora está fuera de contexto, pues fueron cuentas de otro cuento.
Este es el cuento de las cuentas rosas, cuyas cifras siempre estaban bailando rock and roll, en la plaza del pueblo, aunque no tuviera música, y que por más que se quisiera nadie podía saber cual era la cantidad exacta.
 Pero sucedió que debió de ser por viejo, como el diablo, que cuando abrió la boca, dejó claro que la cantidad superaba a la ficción, y el tiempo, al deseo, pues como es bien sabido, no es baladí, según el, que a sus años, cifras y letras sean algo que puedan confundirle, y, como no es de recibo que en su agnosticismo suceda ningun milagro, que no por imposible le sucede a lo de la Encarnación, lo que le sucede, que esta de siempre es misterio, y para nada cuento.
Parece, mas razonable, que por lo de viejo, no le cacen los nuevos números del cuento, causa suficiente para que con su boca grande, de “lobo viejo” expresa en voz alta y, sin que tenga la prueba empírica, ni tan siquiera la del nueve, cuando con la del tres le basta,  y puede afirmar con rotundidez,( “abuelito, que voz mas ronca tienes”) que  los números de las cuentas nuevas son distintos a los ciertos, ( aunque el cuento está en querer estar en el error, sabiéndose estar en las cuentas ciertas).
El cuenta cuento aun no ha dicho la ultima palabra en esto que, aunque le corresponde, tiene a la princesa del cuento azul, de los números rosas, y al “rey” de los números rojos, y si el cuento dura, en la recamar la madrastra le preguntará al espejo, “espejo, espejo, no me mandes tan lejos, dime, tu que no sabes nada, si las cuentas son de copas en la barra americana, si el oro es de medalla, y si el basto lo cuenta así, porque ya no cuenta nada,¿ a quien le cuento mi cuentas? ¡Mi reino!,  por una manzana, a ser posible reineta, que encarnada y envenenada pega menos que las setas, las bien pagadas.
Podía haber preguntado la madrastra al espejo otra cosa, tal vez las cuentas de las setas, o el antídoto de su veneno, y si quería cambiar su reino, mejor que por un caballo, con la carrera empezada, lo suyo seria que el espejo le dijera, antes de partirlo en mil pedazos, como en el cuento, que una espada es poca espada,  y para aclarar las cuentas estas que vienen mal dadas, lo mejor será que, si el dinero le faltara, saber si se darán de nuevo “las tablas”, o todo es puro cuento.
Sevilla a 30 de Julio de 2010
Francisco Rodriguez

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