De paso
En los silencios de la malaventa se hace mas patente la
guasa. ¿Pero donde “coño” pusieron la puerta?
Con la excepción de los forasteros, que por lo general
buscan jamón en lugar de puerta, se diría que casi la totalidad de cuantos
aciertan a pasar por allí lo hacen buscando la puerta, en estas ocasiones para la salida,
y ni les comento los aspavientos de aquellos que en vano intento, por entrar, desisten de hacerlo.
Tiene el personal, en la edad dorada, el punto graciosos y
mas de una ocurrencia rayando lo borde, pero es que puedo entenderles sobradamente
en su indignación cuando tratan de salir de un laberinto, y en la
desorientación propia de la senectud, viene a caer en el lugar que la lógica
les hace intuir, y mira por donde, justo en el idoneo sitio para la broma del alemán que si pensó
en las risas, y los palmeros del teiton, en modernidad, el medico en icono, y
sus adeptos, en vanguardia, los oponentes en patochadas, y los placeros ni se
enteraban de que iba la cosa, salvo lo del cuento del cero pesetas. La adjudicataria soñaba en los miedos con
la tontería, la constructora con los cambios del capricho, urbanismo con las maderas, y
consumo, con el mimo, pues no podrían ni decir palabras, acaso ni las tuvieran.
Con todo eso, a nadie se le pudo ocurrir que si aquello debería de ser una superficie comercial, sinergia o locomotora, se le tendría que facilitar la entrada al publico, obligatoriamente con puertas automáticas, y en su interior colocar las señalizaciones tanto de salidas, como de los servicios, lo suficientemente a la vista para que se facilite la información.
Con todo eso, a nadie se le pudo ocurrir que si aquello debería de ser una superficie comercial, sinergia o locomotora, se le tendría que facilitar la entrada al publico, obligatoriamente con puertas automáticas, y en su interior colocar las señalizaciones tanto de salidas, como de los servicios, lo suficientemente a la vista para que se facilite la información.
Ante la ausencia de publico, que por muchas causas se aleja,
muchos mas días de la cuenta de esta plaza de la Encarnación , rara,
rara, se hace mas evidente que algunas ni llegaron a pasar al interior,
sencillamente por que no encontraron la puerta, y, aunque posiblemente fuera solo por recorrerla
en su interior, seguro que almenos podrian darle el punto de bullicio
y cosmopolitismo que tan bien viene para crear ambiente de ventas, pero ocurre que muchas personas en
llegando al cristal, y comprueban que allí no hay ninguna puerta, en la mayoría de los casos abandonan el empeño.
En el silencio, los que buscan la salida expresan sus opiniones al paso, y en
ocasiones, suele suceder que se acuerdan
del alemán, otros son más extensivos, y me preocupa tener que pasarme toda mi
vida escuchando, de paso, lo que ni los destinatarios se merecen.
Sevilla a 13 de Marzo de 2013
Francisco Rodríguez Estévez
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